Treinta y cuatro años es demasiado tiempo aguardando por un juicio contra los autores intelectuales del derribo del DC 8 de Cubana de Aviación. Para la doctora Haymel Espinosa, hija del copiloto de la nave, las declaraciones del terrorista salvadoreño Francisco Chávez Abarca bastarían para encausar inmediatamente a
a los culpables
La doctora Haymel Espinosa y su mamá Eudelia Gómez muestran un artículo en The New York Times cuyo título pregunta si Estados Unidos debe dar refugio a un terrorista internacional. Foto: Roberto Morejón
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Por Marianela Martín González
marianela@juventudrebelde.cu
4 de Octubre del 2010 22:02:20 CDT
«Pueden decirme hoy mismo que Posada Carriles murió, que mi dolor no cambiará. No se trata de la ley del talión: ojo por ojo, diente por diente, sino de que lo juzguen como lo que es: un asesino camuflado en muchísimos nombres, un reclutador de desalmados que cobran 2 000 dólares por cada bomba que estalle bajo su mandato».
Treinta y cuatro años es demasiado tiempo aguardando por un juicio honesto contra Posada Carriles, autor intelectual junto a Orlando Bosch del derribo del DC 8 de la aerolínea Cubana de Aviación, procedente de Barbados, el 6 de octubre de 1976. Por eso la doctora Haymel Espinosa Gómez, hija de Miguel Espinosa Cabrera, copiloto de la nave, no deja de exigir justicia.
Al evocar aquel día, cuando tenía diez años, la especialista en Ortopedia del Hospital Militar Carlos J. Finlay prefiere que su madre, Eudelia Gómez González, no esté presente. Hablar del suceso aún provoca mucho llanto. La herida no ha cerrado para ella ni para nadie en la familia.
Eulalia sueña con frecuencia que su esposo la invita a nadar, o la convida a una casa donde hay que permanecer dentro del agua.
Haymel en cambio casi nunca sueña con su padre, pero desarrolló un mecanismo de protección para salvarse de la ausencia. Por mucho tiempo creyó que su padre podía sorprenderlos un día, justificándose con que sobrevivió en una isla u otro sitio. «Como nunca vimos su cuerpo sin vida…».
Cuenta que solo cuando Miguel faltó a su graduación como doctora, y al nacimiento de su hija, pudo entonces abandonar aquella ilusión, y asumir que el terrorismo le quitó a su padre para siempre, con la misma sangre fría con que dejó sin hijos a los padres de los jóvenes del equipo nacional de esgrima, quienes regresaban en aquel vuelo llenos de medallas para Cuba.
«Para mí fue duro, pero para los viejitos que perdieron a sus muchachos, y ya murieron, sin ver a Posada tras las rejas, fue peor. Yo pienso que después de las confesiones del terrorista internacional Francisco Chávez Abarca, Posada Carriles —ahora con más pruebas— pudiera ser enjuiciado cómodamente como uno de los peores terroristas que han nacido.
«Lo que este salvadoreño dice en su contra puede ser la gota que colme la copa de tanta injusticia, y finalmente se pueda juzgar a un asesino que ha vivido amparado por el Gobierno de Washington, pese a su larga hoja de servicios a la criminalidad».
Haymel considera que con la misma desfachatez con que Posada Carriles habla de sus actos criminales, el salvadoreño Chávez Abarca se refiere a los suyos. Confesó que antes de ser arrestado tenía en marcha planes para atentar contra la vida del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
«Suena a los tiempos de las cavernas, pero es lo que se ha venido escuchando durante muchos años y no pasa nada. O mejor dicho, sí pasa, pero lo inconcebible: mira a nuestros Cinco Héroes prisioneros por advertir a Estados Unidos sobre la recua de seguidores del terrorismo».
Recuerda que nuestros Cinco Héroes actuaron en un momento en que en el territorio de Estados Unidos se realizaron más de 25 acciones terroristas contra Cuba. Hasta hubo amenazas de muerte al presidente William Clinton y la secretaria de Justicia, Janet Reno, por decidir entregar al niño Elián González a su padre.
«Cuando vemos la injusticia que se comete contra Gerardo, Ramón, René, Antonio y Fernando, y pensamos en un Posada Carriles “juzgado” por violar la frontera, nos parece la justicia norteamericana un verdadero circo. El caso Posada Carriles mina singularmente la credibilidad de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo.
«Si los Cinco hubiesen existido antes de 1976, quizá no hubiese estallado el avión en que mi padre venía».
Señala que el asesino de su papá ha admitido públicamente sus vínculos con una serie de atentados contra hoteles en Cuba en 1997, y en noviembre de 2000 fue detenido en Ciudad de Panamá por conspirar para volar un auditorio donde el líder de la Revolución, Fidel Castro, hablaría.
«Todo eso es más que suficiente para que esté cumpliendo una condena durísima, pero todos los Bush se hicieron los de la vista gorda con Posada Carriles, y ahora el cuartico está igualito. Tienen que haber escuchado a Chávez Abarca, quien fue detenido en Venezuela en julio y luego deportado a Cuba, corroborar que fue responsable de haber detonado bombas en varios hoteles capitalinos, bajo el mandato de Posada Carriles, en 1997.
«También admitió que en contubernio con Posada Carriles planificó acciones violentas contra Cuba y otros países del ALBA, incluyendo el magnicidio contra Hugo Chávez».
Haymel termina nuestra conversación preguntándose si hay que esperar más muertes para hacer justicia, pues ya se sabe que actualmente Posada, según declaró Chávez Abarca, tiene la intención de hundir barcos cargados de petróleo que viajan de Venezuela a La Habana.
«Quienes dejan impune a un criminal como Posada Carriles no conocen la vergüenza, mucho menos el dolor y la incertidumbre que causa andar de zozobra en zozobra cuando un tipo así anda suelto».
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