Cuba es una Aldea en Revolución desde los tiempos inolvidables del Levantamiento en el ingenio La Demajagua.
No alcanzó esa condición por azahar.
Las circunstancias sociales obligaron a una pléyade de hombres acaudalados a tomar una decisión heroica, pero necesaria para el alumbramiento de una nación independiente y soberana.
Aquel hecho acaecido en el sagrado sitio de la patria que es La Demajagua, donde tenía una fábrica de azúcar Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador de las gestas libertarias en Cuba el 10 de octubre de 1868, marcó de manera definitiva el actuar de una generación que lo entregó todo a la causa.
Céspedes, en acto humanista, le dio la libertad a su dotación de esclavos, tenía muchos, los que se dedicaban al agotador trabajo del corte de la caña en horribles condiciones.
Ese solo gesto ya lo enaltecería para siempre, pero pensó siempre en los demás, que sin ser esclavos, eran sometidos a la tiranía española en la Isla.
Y es una Aldea en Revolución, porque a pesar de las contradicciones de aquellos tiempos entre las fuerzas de la independencia, la ruta hacia la obtención de una libertad plena no se detuvo y con el uso de las armas, machetes, fusiles y una voluntad comprobada por el poderío colonial de la península, continuó el afán de expulsarlo de estas tierras.
José Martí, el más universal de los cubanos, señaló la necesidad de la unidad entre las fuerzas mambisas y dio el ejemplo supremo al desembarcar por Playitas de Cajobabo, con el interés de seguir levantando la bandera de la lucha armada.
Su caída en combate aquel nefasto día 19 de mayo de 1895, constituyó una contribución a la lucha, un acicate para que los cubanos no dejaran nunca la tarea de hacer de este suelo una nación libre.
Ya fuera de la escena Carlos Manuel de Céspedes, José Martí y Antonio Maceo, los cubanos, fieles y respetuosos de la historia recogida en páginas heroicas, sustentadas por los combates en la manigua, se propusieron honrarlos y la única manera de hacerlo fue mantener los principios de la Protesta de Baraguá.
Ya Estados Unidos preparaba sus acciones para inmiscuirse en el conflicto hispano-cubano y a la larga intervino, como nuevo imperio, aún naciente, en este archipiélago, no para ayudarnos a ser libres, sino para maniatarnos con el objetivo de sojuzgarnos eternamente.
La historia vivida en la falsa república, corroboró esas preocupaciones pues el gobierno de Washington, tan voraz como ahora, pretendía adueñarse de la Isla y crear un territorio al estilo del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
Aquella republiqueta colapsó de manera irreversible el primer día de Enero de 1959, cuando el tirano de turno voló hasta su madriguera en el norte de Cuba, buscando el amparo de sus amos, bajo el cual murieron veinte mil cubanos.
Hoy las circunstancias son otras, pero el enemigo sigue siendo el mismo. Y ese enemigo, sigue acariciando el sueño de apoderarse de esta Isla y para lograr ese empeño utilizan sin ocultarlo a nacidos en este país que le sirven de herramienta para la propaganda contra la Revolución Cubana.
Para alcanzar sus objetivos compran a todo el que se deja comprar, sean economistas, músicos de poca monta o simplemente delincuentes ascendidos al grado de héroes, cuando participan solo en las batallas contra el pueblo digno que los vio nacer.
Todo cubano honesto, respetuoso de su historia, amante de la independencia y la soberanía, debe rechazar de forma tajante las pretensiones de los que desde el exterior, o desde la propia Isla, quieren la destrucción de una sociedad que es ciertamente imperfecta, aunque es perfectible.
Todo lo que vaya en contra de esta Aldea Revolucionaria huele a anexionismo, a entrega de la patria a una potencia extranjera.
Todo ciudadano de la Isla que contribuya a la destrucción de la obra de la Revolución está ofendiendo a los tres mil cubanos asesinados por actos terroristas cometidos por asesinos provenientes de Estados Unidos.
Todo ciudadano de la Isla que se venda a los intereses del gobierno de Estados Unidos, está ofendiendo a aquellos hermanos asesinados el 6 de octubre de 1976, cuando la contrarrevolución cubana hizo estallar el avión de Barbados.
El principal culpable, Luís Posada Carriles, vive tranquilamente en la ciudad del terrorismo que es Miami.
Ante las calumnias del presente, que son las mismas del pasado, esta Aldea en Revolución, sigue brillando en el Caribe, para bien de los pobres del mundo, que sí saben donde está la verdad, el honor y la dignidad.
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