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jueves, 15 de mayo de 2008

AL BUEN HOMBRE QUE LLAMAMOS OCHENTA

La tierra bayamesa acogió, hace ya algún tiempo, a un hombre que se distinguió por su entrega absoluta al trabajo, a su familia y a su pequeña comunidad.

Años atrás, realmente muchos años, llegó a Bayamo, y desde ese instante comenzó a tejer las amistades que hoy le recuerdan con el cariño que se le profesa a los que han regado con su bondad el entorno donde sembraron sus buenas acciones.

Siempre lo vimos en los trajines laborales, sabiéndose responsable de una numerosa familia, no dejó de buscar el sustento de manera honrada todos los días de su vida y de esa manera se le recuerda en muchas actividades.

Inolvidable para el pueblo aquel puesto de venta que tuvo en las intersecciones de las calles Martí y Augusto Márquez, sitio mas conocido por la Algarroba. Allí en aquellos años muy dificiles del período pre-revolucionario, también derrochó amistad y solidaridad.

Y siguió su rumbo por la vida, cosechando los frutos de su trabajo y haciendo que sus descendientes se formaran en la mas absoluta transparencia moral y laboral.

En los últimos años lo pudimos ver en la distribución de hielo a las entidades gastronómicas bayamesas, haciendo con su labor que la felicidad reinara en muchos de esos sitios de esparcimiento popular.

Él es de esos hombres que no se resignaron a la jubilación, no se acogió a ella, para contribuir, desde su humilde puesto, a nuestra sociedad que lo recordará siempre.

Aquella figura grande, de sonrisa noble y pausado caminar, ya no ocupará más su lugar en el área de trabajo, la vida, esa vida que tanto amamos finalizó para ese gigante de ébano, que ahora quedará en nuestra memoria.

No nació en Bayamo, pero alcanzó la gloria que significa ser hijo de este pueblo, y por eso nos dejó la descendencia que lleva en su sangre la idiosincracia de la ciudad que tanto amó.

Lo llamamos siempre por OCHENTA, pero su nombre, desconocido para la mayoría, era Franklin Hipólito Clark.

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