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lunes, 9 de marzo de 2015

!CUADRA BAROCO!





Hay personas bayamesas que con el tiempo llegaron a convertirse en personajes debido al oficio que desempeñaban y que quedaron como tales en la memoria popular.

Las habido en muchos sectores de la vida de nuestro pueblo y aunque han pasado tantos años, el pueblo las recuerda con cariño porque llenaron una parte de nuestro tiempo.

Bayamo tiene en su memoria a un individuo que llenaba un espacio importante en la recreación de la ciudadanía, pues se dedicaba a la proyección de películas en los cines.

La ciudad tenía varios cines, entre ellos, Cesar, Iglesias y Elpidio Estrada, ubicados por ese orden en las calles Martí, Pío Rosado y en la Plaza de la Revolución de la Ciudad Monumento Nacional.

Los domingos se ofrecían tandas los domingos en las tardes con películas fundamentalmente del oeste norteamericano, las del Rey de la Jungla y otras de carácter bélico.

Por diez centavos podían disfrutarse de dos películas proyectadas por aquellos enormes equipos, operados por personas preparadas de manera empírica pues en aquellos tiempos no había las exigencias de hoy.

La persona a la que nos referimos era un hombre extremadamente delgado, muy simpático y que además de su labor en el cine tenía otras labores como la de pintor de velocípedos y bicicletas,

En esta tarea era muy bueno al punto que un velocípedo pasó por cuatro generaciones de niños, pues lo pintaba dejándolo prácticamente nuevo para beneplácito de los pequeños.

Era, además, una persona muy respetuosa con los vecinos y siempre tenía el saludo para todos en las mañanas, las tardes y las noches, como muestra de la educación familiar recibida.

Cuando trabajaba en la proyección de películas y alguno de aquellos enormes rollos se partía era el momento para proferir cuanta palabra pudiera expresar una protesta exigiendo el restablecimiento del filme.

En ese momento el desorden tomaba todo el espacio del cine, instante en el que algunos, aprovechando las circunstancias lanzaban para todos lados los despojos de naranja que se vendían afuera de la instalación.

Todo volvía a la normalidad cuando se veían de nuevo, las imágenes de Tarzán con la mona Chita o los avances de una patrulla de soldados norteños, masacrando a los aborígenes de esa nación.

Pero en el momento de la proyección cuando las imágenes se distorsionaban, se escuchaba un grito de manera unánime: ¡!SUELTA LA BOTELLA!!! ¡!!CUADRA BAROCO!!!!

Ese hombre que tanto nos hizo disfrutar de aquellas películas tenía un nombre que nadie recordaba: Salvador Casales Luzúa y falleció en 1989 con casi 80 años

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