Miguel Fernández
De
nada vale que un hombre, con razón o no, haya muerto. De nada vale que
una familia sufra la pérdida de un ser querido. De nada vale que algunos
no tengan frenos para incentivar la inmolación inútil en aras de
conseguir sus propósitos.
Nuevamente se reabre la carpa y el circo
enciende sus luces, mientras las fieras aúllan sedientas de sangre. Lo
importante es tener “argumentos”, aunque los costos los paguen otros.
Una máxima que ha imperado por más de medio de siglo de persistente
enfrentamiento con el único fin de aniquilar a un pueblo.
Lo insólito
es que conviertan a un delincuente común en patriota. Eso es tan vil
como el mismo acto de empujarlo a un supuesto martirologio. Una
irrespetuosa comparación de un abusador de mujeres que fue confinado en
prisión por atentado y desacato, con los próceres que fundaron la Patria
y los miles de hombres y mujeres puros que entregaron su vida en
defensa de la soberanía isleña.
Aunque fuera cierta la pertenencia del
supuesto suicida a alguna de las agrupaciones opositoras que medran en
la Isla, eso no lo eleva a la categoría de patriota, cuando su conducta
social estaba lejos de los derechos que presumiblemente decía defender.
Los que ahora lo erigen como mártir, olvidan las marcas de los golpes que dejó en su esposa Maritza Pelegrino, acto por el que fue a parar a prisión. Pero se hacía vital reconvertirlo en luchador, patriota y demócrata.
Más que ira, da pena que importantes
personalidades se incorporen ciegamente a la algarabía y silencien las
verdaderas razones por las que este suicida fue a dar a prisión. El
presidente de los Estados Unidos Barack Obama se pronunció asegurando
que sus “pensamientos y oraciones están con la esposa, la familia y las
amistades de Wilmar Villar, un joven y valiente defensor de los derechos
humanos y las libertades fundamentales en Cuba”, quizás sin darse
cuenta que la violencia contra su esposa fue la razón de su
encausamiento y que sus familiares, ni siquiera compartían sus
actividades contra la estabilidad de su propia Patria.
También la vicepresidenta del gobierno
español, Soraya Sáenz de Santamaría, hizo comentarios condenatorios sin
buscar las verdaderas razones de esta amarga historia. No sorprende
quien representa a un partido político de derecha que ha abogado por
años por ver hundirse a la Revolución Cubana.
A ninguno de los grandes medios se les ha ocurrido buscar impresiones entre la población cubana, ni siquiera en el pequeño pueblo oriental de Contramaestre,
lugar donde vivía y actuaba Villar Mendoza. Y no tengo dudas que esas
opiniones serían intrascendentes y poco confiables para los propósitos
de la campaña mediática que se teje contra Cuba.
Una vez más se demuestra que estos actos,
por trágicos, no repercuten negativamente sobre la sociedad cubana, y
al final, solo consiguen unir más al pueblo en torno a su Revolución. El
pueblo, esa mayoría de obreros, estudiantes y profesionales que la
contrarrevolución –dentro de la Isla o en las oficinas de Miami- llama
turbas, jamás aceptarán presiones de quienes han apostado a matarlos por
hambre.
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