Raúl Rivero es, para la gran prensa
española, uno de los iconos de la “disidencia” cubana. En 2004 fue
detenido y condenado en la Isla por la recepción de fondos del Gobierno
de EEUU en pago a su labor de propaganda contra el Gobierno cubano (1).
Durante años, Rivero fue una de las
personas de confianza de la oficina diplomática de EEUU en La Habana
(2). La fórmula empleada para el pago de sus servicios eran las
subvenciones de la USAID
(Agencia de Cooperación Internacional de EEUU) al portal Cubanet, de
Miami, que a su vez hacía llegar el dinero a Rivero a través de tarjetas
Transcard de Canadá (3). Trabajar para una superpotencia extranjera
que, además, bloquea al país, es un delito grave, contemplado en el
código penal de cualquier país del mundo (4). En Cuba, por supuesto,
también.
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