Ramón Barreras Ferrán
Bastaron un mensaje y algunos recuerdos para que Silvio Rodríguez, el conocido cantautor cubano, accediera gentilmente y con prontitud a esta entrevista exclusiva para Trabajadores digital.
Entre los más recientes reconocimientos
otorgados a él está el Premio del Barrio, concedido por los Comités de
Defensa de la Revolución (CDR), sobre la base de su acercamiento
artístico a la población que reside en los barrios periféricos de la
capital del país, la gira por los centros penitenciarios del país, su extraordinaria brillantez creativa e interpretativa y su fidelidad a la Revolución y al pueblo cubano.
Mario Benedetti expresó sobre ti:
“Quizá el secreto resida en que siempre transmite una gran sinceridad,
una honestidad a toda prueba, un no aparentar lo que no es…”. ¿Cómo
consideras esa apreciación a la luz del tiempo?
“Recuerdo que José Antonio Méndez también
decía que la canción debía estar hecha con sinceridad. Pues a mi me
parece que la sinceridad, el honesto deseo de hacer algo y de hacerlo,
además, bien hecho, es lo que convalida cualquier acto, más allá de que
sea o no un acto artístico. A cualquier forma de trabajo o de relación
humana se le podría aplicar”.
¿Cuáles recuerdos no puedes
apartar de los inicios, aquellos tiempos fundacionales de la Nueva
Trova, con incomprensiones y compresiones?
“Me son inolvidables mis encuentros con
diferentes compañeros de trova, porque de aquel conocimiento salió el
espíritu generacional. A Vicente lo conocí en la secundaria básica,
cuando ninguno de los dos tocábamos guitarra, y desde entonces hemos
sido amigos. Recuerdo cuando me desmovilicé de las FAR y en el Festival
de Varadero de 1967 conocí a Martín Rojas y a Eduardo Ramos, dos jóvenes
mucho más avanzados que yo en la guitarra (por entonces yo era
prácticamente un principiante). A Noel Nicola lo conocí cuando el grupo
de Senén Suárez le estaba grabando ‘El tiempo y yo’, una bella canción
de juventud. También recuerdo cuando Omara me presentó a Pablo Milanés,
por quien sentí una admiración inmediata, por esa gran musicalidad que
siempre lo ha caracterizado”.
En el 1994 escribiste la canción ¿Por qué?, en la cual afirmas: “Siempre no ha de haber un mundo en división”. ¿Qué te sugiere esa afirmación hoy?
“Bueno, aquella era la afirmación de un
joven, inspirado por un proceso revolucionario que también era joven.
Era como una doble carga positiva. Teníamos la vida por delante y, como
todo joven, estábamos ‘comiéndonos el mundo’. Esa es la función de los
jóvenes, la fuerza, el optimismo. Y la función de los que ya no somos
jóvenes es poner nuestra experiencia a su servicio, para que puedan
llegar más lejos que nosotros”.
Unos te consideran brillante y
grande, pero muy sencillo (entre quienes me cuento), otros te valoran
como demasiado fuerte, duro, serio… ¿Cómo te vez a ti mismo y ante los
demás?
“Yo me veo normal, no me veo especial en
ningún sentido. Siempre he dicho que soy el hijo de Dagoberto y Argelia,
cosa que me parece suficiente”.
Cantor, músico, poeta… ¿Cuál sería la definición exacta?
“Los oficios que me han dado de comer
fueron el de dibujante y el de trovador. Tuve que hacer otras labores
cuando era casi un niño, como dependiente o cantinero, pero esas no las
cuento porque no necesitaban estudio y rigor”.
¿Compromisos presentes y futuros?
“Ahora en septiembre
continuaremos haciendo conciertos por los barrios más necesitados. Ya
hicimos 16 y nos quedan unos cuantos más en La Habana. Después
quiero irme a algunos lugares fuera de la capital, a hacer lo mismo en
barrios necesitados de algunas ciudades y pueblos del país. En noviembre
haré tres conciertos en Argentina y uno en Uruguay. Estoy haciendo las
canciones para el largometraje ‘Meñique’, de Ernesto Padrón. En general
sigo haciendo canciones. Y letras sin música. Y músicas sin letras. Me
gustaría que me alcanzara el tiempo para hacer otra gira por las
prisiones. A ver si logro que eso se sistematice, que es lo que siempre
he pretendido”.
¿Qué valoración tienes de la amistad?
“No soy tan radical como Martí, que,
según unos versos, ponía a un lado el amor por un amigo. Bueno, esos
versos hablan de su vida, que fue muy corta y entregada. Yo tengo un
gran concepto de la amistad, tan alto que ni siquiera necesito que se
den cuenta”.
Te presentaste recientemente en
los Estados Unidos y Puerto Rico. ¿Cómo valoras ese hecho, a partir
sobre todo de las diferencias políticas que nos han marcado durante
tantos años?
“Llevaban 30 años sin darme visa. Para mí
lo más impresionante fue que fueron conciertos apenas divulgados y sin
embargo con una extraordinaria respuesta de público. La gente se pasaba
la noticia por Internet. Y que maravilloso ver a tantos compatriotas,
además desbordados de cariño. En el teatro Gibson, de Los Ángeles, un
lugar de proporciones colosales, alguien gritó de pronto: ‘¡Silvio, y
esto fue sin propaganda! ¡Si lo llegan a anunciar imagínate!’. En
Oakland estuvimos en el fabuloso teatro Paramount, de estilo Art Decó.
Fue uno de mis conciertos que mejor ha sonado, porque las condiciones
acústicas son excepcionales. Y, por supuesto, lo dos Carnegie Hall que
hicimos en Nueva York, llenos de un público entusiasta, que hasta cierto
punto rompía con la etiqueta de una sala tan importante. En el segundo
concierto tuvimos el honor de que fuera Pete Seeger, una leyenda viva de
la canción que ya debe tener 92 años. Esa gira la empezamos por Puerto
Rico, con un calor humano enorme, por la identidad que tenemos con ese
pueblo. Lo cierto es que toda la gira fue muy emotiva y gratificante”.
En el programa Entre dos que se quieran…,
afirmaste: “No veo a Cuba como a un altar, ni como una catedral a la
que uno va”. ¿Catedral, templo, nación, país, patria, raíz…?
“Nacer es algo que nadie escoge, como
tampoco dónde. Pero una vez que ocurre, las circunstancias, la historia,
la cultura de donde naciste te envuelven y se convierten en tus causas y
tus azares. La vida es, por momentos, una afinidad con todo eso y en
otros momentos una verdadera lucha”.
Te has pronunciado sobre la
posibilidad y necesidad de cambios en Cuba, dentro del propio proceso
revolucionario. ¿Cómo aprecias, desde tu punto de vista, el futuro de
nuestro país?
“Aspiro a un socialismo cada vez
más democrático y participativo. Aspiro a ver pronto esa reforma
migratoria que se anuncia. Seguro no va a ser perfecta y deberá sufrir
modificaciones, pero lo que no empieza no puede progresar. Es
muy doloroso que haya tanta gente queriendo regresar a su país y que no
pueda. Eso me parece inadmisible. Igualmente lo pienso de los que se
quieren ir y no pueden. Aspiro a que todos los cubanos tengamos los
mismos derechos, mucho más si los ganamos trabajando y aportando con
amor a nuestro país. Soy consciente de que hemos avanzado en estos
sentidos, pero no está de más seguir aspirando a que nadie sea
discriminado por sus ideas, por sus sentimientos, creencias, color o
preferencia sexual. Aspiro a que maduremos y seamos más comprensivos y
permisivos. Aspiro a que todos adquiramos cada vez más conciencia
ecológica, que aprendamos a respetar la naturaleza. Es un desastre como
quedan las playas cuando acaba el verano. También creo que las
autoridades deben ser más pedagógicas y cuidadosas, y que deben velar
por esto y ser más severas con las agresiones a la naturaleza y a los
bienes colectivos… Creo que si dentro de un rato me preguntas, alargaré
la lista de mis aspiraciones”. (Tomado de Trabajadores)
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