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miércoles, 7 de septiembre de 2011

CARTA DE UN INGENIERO CUBANO A UN AGENTE DE LA CIA






Montaner:

No soy político, ni diputado. Soy un ingeniero cubano que ama, sufre y trabaja por su patria y su familia. Acabo de leer tu canallada contra Silvio ¿Será que se ha convertido en “tu fantasma” por cantarte las verdades en la cara?
Tu texto, oportunista y cizañero, pretende confundirnos con una revelación obviamente salida de tu oscura imaginación. Tu percepción sobre Silvio y su desapego a la revolución fue errónea y la vida se encargó de demostrártelo ¿Por qué Silvio desempolvó ahora la carta que él y Pablo te hicieron en 1986 ? Es probable que un día lo diga el propio Silvio. A mí no me hace falta: Lo hizo para probarte a ti y a los desalmados como tú, su consecuencia. Para recordarles que sus canciones y su conducta son hijas de una misma conciencia, como son los revolucionarios verdaderos. Ese viejo truco que empleaste ya no funciona.
Leí el intercambio epistolar reciente al que te refieres. Tratando de ser imparcial, debo confesarte que el trovador, como se dice en mi fábrica, “barrió el piso contigo” y con el equipo de asalariados que de seguro tienes para estos menesteres.
Sin conseguirlo, tratas de llenar espacio con una mezcla de aparentes argumentos sobre la seguridad del estado, la policía, el partido. Creo que debemos poner las cosas en claro: Hay un partido, sí, un partido de verdad. No como la mayoría de los partidos que tú conoces que están “partidos por el eje”. Hay instituciones para defender la revolución, pero hay también, y muchos, revolucionarios, hombres y mujeres comprometidos con el futuro de sus hijos que no permitirán que gente como tú venga a decirnos lo que hay que hacer y a entregarle este país a los Yanquis. Comprendo que es algo que no puedes entender, pero te pido un esfuerzo. Eso se llama unidad y cuesta mucho alcanzarla.
Asciendes a la cúspide de los cínicos, (en segundo lugar, y por cínico) cuando llamas “reconciliación” al Pacto del Zanjón y pretendes obviar a Maceo y su Protesta de Baraguá de la que dijo Martí “… es de lo más glorioso de nuestra historia”. Tampoco fue la intransigencia colonial la que impidió tu añorada “reconciliación”. Fue Martí y la guerra necesaria, fue Maceo otra vez, fueron los revolucionarios cubanos que no se creyeron un cuento muy parecido al que tú nos quieres hacer ahora, Carlos Alberto.
Considero oportuno hacerte saber que lo que dirigió Weyler no fue una “guerra sangrienta”, sino una reconcentración de toda la población civil, en la que el 20 % murió de hambre y a pesar de la cual el sanguinario Marqués de Tenerife tuvo que escribir a sus reyes diciendo: “…He fracasado”
Tampoco haces referencia a la intervención norteamericana, ni a los gobiernos corruptos, ni a los políticos chambeloneros, ni a lo que fue este país durante la neocolonia: una tierra expoliada y convertida en paraíso del juego, la droga y la prostitución. Sería bueno que te consigas una antenita que coja Cubavisión y pongas los cursos de historia de “Universidad para Todos”
Sería bueno que tú mismo te preguntaras, por qué, cuando triunfó la revolución después de toda esta historia, en vez de abrirle los brazos, te pusiste a poner bombas en los cines.
A pesar de ti, por todas esas cosas hubo un Fidel y un pueblo, y un Silvio y también un Pablo. No es tuyo, es nuestro y lo que pase con él es un asunto de él y su pueblo.

Saca las manos de este guante, Carlos Alberto, que te queda grande.


Raymundo Soler 
Tomado de Cambios en Cuba

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