Por Ernesto Pérez Castillo
En el último año, y poco más, la multipremiada* blodeguera Yoani Sánchez ha sembrado la confusión y el caos entre sus seguidores, al punto de que no se cuentan en pocos los que decidieron eliminarla de sus listas de seguimiento en Twitter, no ser más sus amiguitos en Facebook –cerrando incluso las puertas y ventanas de sus casas si ella estaba cerca–, y ya no le contestan cuando el número de Yoani es el que aparece en el identificador de llamada de sus teléfonos.
Y no es para menos. El asunto es que Yoani lleva meses enfrascada en su cruzada personal contra el mercado negro en Cuba, y ha chivateado por turnos y de uno en fondo cuanto negocio imaginan sus coterráneos para saltarse las dificultades del día a día.
Así, cuando la gente quiso ver algo más que el victorioso noticiero de la televisión y se inventaron un sistema para decodificar las señales de la televisión satelital y poder verla de gratis en La Habana, ahí apareció la muy Yoani denunciando con pelos y señales cómo funcionaba el asunto. Total: muy pronto comenzaron a aparecer en Centro Habana unos carritos con antenas que recorrían las calles detectando a los ilegales, y la gente tuvo que retornar a la Mesa Redonda y la novela brasilera.
Luego a Yoani le dio por las cervezas. Ella, que bebe tanto, entre una y otra Bucanero pudo percatarse de que las latas solían tener unos punticos en el fondo, ya azules, ya verdes, ya rojos, e intrigada por la cuestión tiró del hilo hasta el ovillo y descubrió el mecanismo por el cual los vendedores diferenciaban su propia –e ilegal– mercancía de la estatal.
Eso la crispó en lo más hondo de su delgado ser, y comenzó a denunciar en su blog y en Twitter la patraña de los gastronómicos que con tan malas mañas defalcaban al pueblo trabajador, y sobre todo a la propia Yoani que, aunque ella no trabaja ni cosa que se le parezca, si se bebe todas las cervezas que puede y a las que el pueblo no alcanza.
Cuando se le pasó la resaca, la cogió con los vendedores de música pirateada. No se limitó a denunciar que esos tipos se pasan el copyright por el tiro de las bermudas prelavadas, sino que fue más allá y en su imaginería calenturienta comenzó a cantar que allí “una buena parte de ellos tendrá, además de la oferta visible, otro anaquel escondido, sólo para clientes muy confiables, para satisfacer a los inquietos buscadores de lo prohibido”. Más claro ni el agua: según Yoani, allí se comercia pornografía y quién sabe qué más. Horror y misterio. Y fue ella, ella sola, quien echó para la candela a los piratas.
Y ya que Yoani se muestra empeñada y decidida a joderle la bolsa y la vida a todos los proveedores de placer (música, cervezas y televisión), lo siguiente que se le ocurrió fue chivatear también a los vendedores de Habanos clandestinos, y arremetió con igual ímpetu contra ellos desde su blog.
El colmo es que ahora, con el inicio del tendido del cable de fibra óptica que enlazará a Cuba con Venezuela y redundará en el aumento hasta 3 mil veces de nuestra velocidad actual de transmisión de datos, imágenes y voz, ya anda Yoani despetroncada, poniendo el parche antes que se abra el costurón, con su alerta: “con autorización o sin ella, las horas de conexión se pondrán en venta, a remate”, y con ello “las conexiones piratas aumentarán, el mercado negro de filmes y documentales se nutrirá de esos megabytes”.
Además, le da razones a los cabeciduros, pues les advierte que la gente no va a usar la triple w para trabajar o instruirse, y ni siquiera para leerla a ella, sino que: “en los centros laborales con Internet, los empleados la usarán también para inscribirse en sorteos de visa, en sitios extranjeros de búsqueda de trabajo o en chats amorosos”.
O sea, otra vez, es Yoani Sánchez quien le va con el soplo al Estado, para que esté atento y vigile con mucho cuidado lo que hará la gente con el acceso a Internet a través de un cable que, hoy por hoy, ni siquiera ha cruzado del todo el Caribe.
Por todo lo anterior, por tanta chivatearía por cuenta propia acumulada, es que comenzó a correrse el rumor de que Yoani Sánchez colaboraba con la policía, era agente del G-2, del DTI, o por lo menos informante secreta de la Oficina de Administración Tributaria.
Pero no, nada de eso es cierto, que la verdad es muy otra, como ha tenido a bien revelar Julien Assange. Que la cosa se pone buena cuando en un cable secreto de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA), filtrado por Wikileaks, se puede leer lo que sobre Cuba reportan los dizque diplomáticos norteamericanos: “La corrupción y el robo se han vuelto una y la misma cosa”.
Y ese es el pollo del arroz sin pollo de Yoani. Su política editorial es la misma que rige los informes de la SINA hacia Washington. Allí la ordenanza es conseguir toda la información posible que sirva para acusar de corrupto al sistema cubano, y esa es la tarea que ella cumple, al pie de la letra, con entusiasmo sin par.
Es en la SINA donde surgen las matrices sobre las cuales debe escribir Yoani Sánchez, y se las dan en detalle, con el soplo oportuno de este o más cual escándalo por venir.
Nótese que en otro momento el mismo cable secreto se queja de que “Desde el cardenal (Jaime) Ortega hasta las monjas de provincias, la Iglesia Católica evita desafiar al Gobierno”, y compare con lo que al tiempo gritaba a los cuatro vientos Yoani Sánchez en Twitter: “#cuba #GY desde mi agnosticismo, empiezo a preguntarme Para que se esta prestando el Cardenal cubano?”
El cable también reconocía que intentar sobornar a “un funcionario honesto –o, peor aún, un revolucionario radical– podría traer como resultado un desastre” y que el Estado podía “actuar con contundencia y severidad cuando los desvíos de dinero son muy importantes, de ahí las periódicas destituciones de ministros y altos cargos” pero, curiosamente de eso Yoani jamás ha dicho ni pío.Lo mejor es que el cable citado lleva la firma del por entonces jefe de la SINA, Michael Parmley, el mismo que en entrevista reciente para el diario suizo Le Temps y comentando las revelaciones de Wikileaks, alertó: “Me disgustaré mucho si publica las múltiples conversaciones que tuve con la bloguera Yoani Sánchez”.
Todo esto prueba hasta el hartazgo que Yoani Sánchez no es de la policía secreta ni del G-2. Yoani Sánchez, como queda demostrado, es una agente de la CIA, o por lo menos de la SINA, que no es lo mismo pero es igual.
*Al momento de redactarse esta información se hacia pública la entrega a Yoani Sánchez del Premio Premios iRedes 2011 (el cuarto que recibe en menos de cinco meses), dotado con 6 000 euros. Entre los notables intelectuales que integraron el Jurado esta vez cabe destacar a la directora para España y Portugal de los sitios de venta digital Amazon y de BuyVIP.com. Quizá esta nueva premiación se deba a su solicitud personal a Bissa Williams, subsecretaria de Estado norteamericana, a quien le reclamó: “¿Sabes cuántas cosas más podríamos hacer si utilizáramos el Pay Pal o compramos cosas online con una tarjeta de crédito?”
Tomado de Cambios en Cuba
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