Hace ya un año que su voz cristaliza desde la memoria.
El tiempo ha pasado velozmente, pero su imagen perdura entre los cañaverales de su Rio Cauto y en las calles de una ciudad como Bayamo que atesora su andar dentro de la gente que aún la sigue amando.
Es que las voces que se adentran en los sentimientos de lo mejor de la ciudadanía, no se pierden nunca, son como esas semillas que germinan y crecen con la lluvia y los rayos del sol.
Todavía no queremos dar crédito a la verdad, esa que atenaza la garganta y nos afloja el corazón, porque cuando se quiere a alguien, cuando ese alguien se gana el respeto de los semejantes, entonces no creemos en una partida demasiado adelantada. Y ese es el caso.
Cada mañana, cuando surca el espacio de ese tema musical que identifica al programa En Antena, los granmenses pensamos de inmediato en ella, aconsejando, conduciendo, recetando, mostrando los caminos para la solución de esos problemas habituales en la familia.
Parece incierto que ya haya pasado un año de aquella infausta noticia que nos estremeció a todos, que nos conmovió hasta el punto de una lágrima, que nos sorprendió con la dureza que la vida le depara a los seres humanos.
Pudiéramos decir muchas palabras acerca de ella, que llegó muy joven a nuestra emisora, con la timidez propia de los que se inician y entran a lo desconocido, pero el tiempo, ese que todo lo pretende calmar, le dio la oportunidad de brillar desde el magisterio de la locución.
Sí, estoy hablando de Elisa Espinosa Ramos, esa compañera, esa locutora, esa amiga, que dejó en nosotros la impronta de su trabajo, legándonos su ejemplo, un camino por el que todos debemos transitar.
Autor. David Rodriguez Rodriguez
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