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sábado, 16 de enero de 2010

OPERACIÓN PIERRE PAN?

Héctor R. Castillo Toledo*


Los lobos huelen la sangre a distancia y enseguida aparecen. La camada que integran Ileana Ros-Lehtinen y los hermanos Lincoln y Mario Díaz Balart, rabiosos representantes del ala más extremista y contrarrevolucionaria de la comunidad cubanoamericana radicada en los Estados Unidos, se enrojece las manos batiendo palmas con tal de alentar una iniciativa promovida desde la desprestigiada Arquidiócesis de Miami, envuelta en los últimos tiempos en más de un escándalo, algunos de violación de los cánones del celibato -los menos; otros, la mayoría, de pederastia.

Y es que medio siglo después de aquella macabra manipulación bautizada con el mote de uno de los más bondadosos personajes del imaginario infantil, a resultas de la cual más de 14 mil niños y adolescentes cubanos fueron separados de sus padres y familiares, la Iglesia vuelve a alistar detalles organizativos y logísticos en una segunda cruzada al estilo Operación Peter Pan, ahora para niños haitianos huérfanos a raíz del devastador terremoto que asoló el extremo occidental de esa empobrecida nación.

Un contradictorio artículo escrito a seis manos para el diario El Nuevo Herald, de Miami, significa en su encabezamiento que “Hace medio siglo, 14,048 niños cubanos que vieron sus destinos dramáticamente cambiados por un terremoto político encontraron refugio en Miami gracias a la Operación Pedro Pan, de la Iglesia Católica“.

Concuerdo ciento por ciento con la afirmación no explicitada de que el triunfo de la Revolución cubana, el Primero de Enero de 1959, fue un seísmo político. Si califica así fue porque acabó con un régimen de oprobio y terror que segó las vidas de varios cientos de los mejores hijos de la nación, la mayoría jóvenes cuyo único delito fue el de oponerse a aquel estado de cosas reinante.

Pero entre principio y final del trabajo en cuestión hay puntos que se contrarían de forma evidente, sin que por ello se sonrojen los autores del “palo” periodístico cuando refrescan la memoria histórica y reviven nombres tristemente célebres: Florida City, Kendall, Matecumbe…

A muchos de aquellos Pedro Panes, gente que ahora frisa los 50-60 años de edad, todavía los conmueve oír hablar de esos sitios llamados campos o refuges, en los cuales no fue precisamente amparo lo que encontraron. No es retórica, si alguien duda lo invito a repasar el estremecedor testimonio documental de Estela Bravo intitulado como la propia operación encubierta de la CIA al amparo de la iglesia católica.

En la entrevista Por esos ojos, realizada a la videasta norteamericana radicada en Cuba, Estela deja al desnudo la patraña vestida con ropajes caritativos, “una historia poco conocida”, como ella misma la califica. “14 mil niños cubanos fueron enviados a los Estados Unidos por sus padres, solos, para ’salvarlos de la Revolución’. El Departamento de Estado daba visas especiales para los niños y no para sus padres”. Documentos desclasificados han permitido establecer la paternidad del engendro: fue un operativo de la Agencia Central de Inteligencia para crearle dificultades al gobierno cubano. Sus promotores redactaron y divulgaron una falsa ley según la cual la Revolución le pasaría por encima al sagrado estamento de la Patria Potestad, enviaría a los menores a la antigua Unión Soviética para su adoctrinamiento político, y en el colmo de las paranoias regó como bola anexa el comentario ridículo de que a muchos los convertirían en carne en conserva. Anticomunismo en bruto, a la roca…

No fueron uno ni dos los casos de hermanos que, con total alevosía, fueron separados cuando el aumento del éxodo obligó a redistribuir a los muchachos por otros estados de la nación. “Tú para Nebraska, ella para Indiana, aquel otro va hacia Washington…”. Los de mejor suerte pudieron abrazar a sus padres al cabo de muchos años, después de vivir la inenarrable experiencia de crecer al amparo de orfelinatos y escuelas especiales. Otros lamentablemente no volvieron a reencontrarse nunca con sus familiares luego de un proceso de desarraigo total de su tierra y de los suyos.

Ahora anuncian a bombo y platillo la misión de rescate ideada por la Arquidiócesis de Miami. “Vamos a usar el modelo que empleamos hace 50 años con Pedro Pan para traer a estos huérfanos a Estados Unidos y darles un futuro brillante y de esperanza”, dijo a los medios el director ejecutivo de los Servicios Legales y Caridades de la Iglesia Católica, Randolph McGrorty.

Resulta en extremo despreciable aprovecharse de la caótica situación reinante en el país más pobre del mundo, agudizada a niveles topes después del sacudión de 7.0 grados Richter, para ganarse las simpatías del Altísimo, que de seguro estará preguntándose dónde estaba la compasión de los eclesiásticos antes del martes 12 de enero, cuando decenas de esos mismos niños morían antes de cumplir el primero o incluso el quinto año de vida víctimas de un terremoto más terrible aún: el de la miseria crónica.

Ojalá de veras los muevan sentimientos piadosos. Y digo ojalá porque si me lo permiten cito estas notas que datan de apenas dos años atrás cuyo contenido pone a pensar a cualquiera:

“La anacrónica y desfasada iglesia católica cuando no pretende influir políticamente a través de exhortaciones morales, se deshace en el oprobioso mentís de la pederastia. El escándalo, esta vez se extiende a Miami, y a pesar de lo infame y despreciable de los casos denunciados, los que no se destapan puede que sean más y peores.

“Nuevas demandas por abuso sexual contra niños y adolescentes por curas en Estados Unidos fueron presentadas contra seis sacerdotes de Miami, quienes intentan llegar a un acuerdo con las víctimas, destaca hoy la prensa local. ‘Todo este escándalo dista mucho de haberse acabado… todavía tenemos personas haciendo revelaciones’, afirmó Jeffrey Herman, abogado defensor en uno de los más sonados casos.

“Documentos de la corte revelan que entre los implicados se encuentra el padre Joseph Calimari de Christ, de la King Church, en Perrine, quien abusó de un niño de unos tres años. ‘El niño era muy pequeño y el padre Calimari, junto con otro cura, lo tenía encerrado en la rectoría con su hermano y allí le hicieron cosas despreciables’, precisó Herman, al describir el incidente, ocurrido en la década de los 60″.

Ese es apenas un botón de muestra de los traumas a que fueron expuestos muchos de los niños “rescatados” por la Operación Peter Pan lanzada el 26 de diciembre de 1960.

Pero si infame es ganar adeptos tras falsas poses humanitarias, peor aún es usar tales pretextos con trasfondos de politiquería barata, como aprovechan ahora los hermanos Díaz Balart y su compinche también representante en la bancada republicana, Ileana Ros Lehtinen.

“Apoyamos totalmente esta iniciativa de la Iglesia Católica para un segundo Pedro Pan”, manifestó Lincoln, que estaba presente en la conferencia de prensa ofrecida por Randolph McGrorty en las oficinas de su hermano Mario, republicano por la Florida, en el sur de Miami-Dade. “Es un bello y noble gesto -agregó- y tengo entera confianza de que trabajaremos muy de cerca con funcionarios de la Iglesia y de la administración para hacerla realidad”.

Tal comunión de intereses, de veras, me huele a negocio mondo y lirondo. Si estoy equivocado, que Dios me perdone.

*Héctor R. Castillo Toledo es subdirector del periódico 5 de Septiembre, de Cienfuegos.

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