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sábado, 22 de agosto de 2009

LAS DEMOCRACIAS POPULARES LATINOAMERICANAS EN LA MIRA DEL IMPERIO

José Martí, hombre revolucionario y excepcional dijo que el mundo se dividía en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen.

Cada hombre de este planeta tiene la posibilidad, única, de ubicarse en cualquiera de las dos posiciones. Sea para hacer el bien o para hacer el mal.

Cuando la América Latina y el Caribe se sacuden de siglos de explotación, de discriminación y de abuso, las fuerzas que representan el odio y la destrucción, no toleran los movimientos populares que han decidido fundar lo que el presidente ecuatoriano Rafael Correa llamó, con toda justeza, ¨¨época de cambios¨¨.

Es realmente una contradicción que desde los llamados centros mundiales de poder, lleguen voces ¨¨preocupadas¨¨ por el rumbo independentista que se observa en algunas naciones de lo que se ha considerado el patio trasero de Washington.

La Revolución Cubana, consolidada como proyecto social, se erigió en luz para las oscuras situaciones de los pueblos latinoamericanos, sojuzgados por las oligarquías nacionales, tan dadas a defender los intereses del Gobierno de Estados Unidos.

Un luminoso día de 1971, el pueblo de Chile eligió a Salvador Allende como presidente de ese país. Lo hizo a sabiendas de que Allende representaba a las fuerzas de izquierda de la nación austral.

Los chilenos fueron a las urnas conscientes del papel que tendría el presidente elegido en el afán de transformaciones sociales que necesitaban para mejorar la vida de todos.

Estados Unidos, que tanto habla de elecciones democráticas, del derecho de los pueblos a elegir a través de las urnas a sus gobernantes, se sintió incómodo con Allende en el poder y desde la misma asunción al cargo, preparó la manera de abortar al Gobierno de la Unidad Popular.

Para lograr sus objetivos no se detuvo ante nada. Abiertamente organizó actos criminales y los paros de los camioneros, sustentados por el empresariado de esa nación, temerosa de perder sus grandes riquezas.

Y el fascismo tomó las calles chilenas. El Presidente Allende murió defendiendo su puesto y sus ideas. Después llegarían las imágenes de la represión, de las torturas de los asesinatos, de las desapariciones, del exilio.

Esas mismas voces enmudecieron durante el período de dictaduras militares en este continente. Realmente las voces de esos gobiernos, ¨¨puros¨¨, ¨¨democráticos¨¨ y ¨¨defensores de los derechos humanos¨¨, jamás movieron un dedo para evitar las torturas, los asesinatos y las desapariciones de cientos de miles de jóvenes que desde la altura de sus pocos años se enfrentaban, casi desarmados, a los ejércitos represores.

Esta es una parte de la historia de Nuestra América, hoy esa historia se está escribiendo con luces nuevas, pero con las mismas ansias de independencia en procesos populares que han colocado a hombres como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, al frente de sus pueblos.

Estos presidentes han sido elegidos democráticamente por sus pueblos en comicios donde la única promesa de ellos ha sido luchar por las reivindicaciones sociales de sus ciudadanos, por recuperar las riquezas nacionales, por mejorar la educación y la atención de salud.

Son estos los delitos que Washington quiere juzgarles, porque no están en línea con los principios que sustentan el capitalismo salvaje, el neoliberalismo arrasador y la entrega de los recursos naturales para que siga la danza del consumismo en Estados Unidos.

Si en 1973 la oreja peluda del fascismo cercenó el programa de Gobierno de la Unidad Popular, con la anuencia pública de Washington, existen hoy sobradas razones para sustentar que ese mismo fascismo prepara sus garras para emerger, desde las siete bases militares que instalará Estados Unidos en Colombia.

Los que sustentan la validez de ese proyecto, casi una realidad, saben que no está dirigido contra el narcotráfico o las FARC.

La presencia de estas bases fundamenta un programa dirigido a amedrentar, a atemorizar a los pueblos latinoamericanos con el ¨¨fantasma del comunismo¨¨, cuando en realidad las desgracias de los pobres de esta región del mundo no se debe a una ideología´¨invisible¨¨, sino a la cruda realidad que la impuesto el modelo económico dictado desde Washington.

Son bases militares norteamericanas para estrangular las ansias de independencia de los pueblos, para hacer prevalecer la injusticia sobre la justicia, para hacer prevalecer el odio y la destrucción.

Honduras, a la luz de los tiempos que corren, es el balón de ensayo del Imperio en el camino de alcanzar sus objetivos.

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