Corría el año 1970. Cuba no llegó a coronar la meta de los diez millones de toneladas de azúcar. Yo estuve durante buen tiempo de esa campaña en la zona de Mayarí, Holguín, reportando la labor de los cortadores de caña y de la actividad industrial en la fabricación de azúcar.
Luego de esa estancia, me enviaron hacia Amancio Rodríguez, municipio ubicado en el sur de Camaguey, territorio que en poco tiempo pasaría al Oriente de la Isla.
En Amancio, como se le denomina popularmente a ese municipio, trabajé junto a un brillante periodista: Rolando González, de CMKC Radio Revolución, excelente profesional, que tenía una exquisita manera de hacer reportajes y al que le debo lo poco que sé de ese género.
En ese municipio ya había una emisora llamada Radio Maboas. Allí
Me encontré con locutores manzanilleros como Luis Alarcón Santana, Marzo Enrique Rivero Bertot, también estaba allí Mario Crespo, un profesional de la voz con una calidad extraordinaria.
En ese período estaban en Amancio Armando Hart y Haydee Santamaría Cuadrado, por lo que algunos intelectuales extranjeros los visitaban.
Allí tuve el privilegio de conocer a uno de ellos. Nacido en Uruguay y con un nombre insoslayable a la hora de hacer la historia de esta área del planeta: Eduardo Galeano, el autor de un libro imprescindible: Las venas abiertas de América Latina.
Recuerdo que habitábamos una especie de hotelito en Amancio, tanto los compañeros de la radio que no éramos de ese municipio y el propio Galeano.
Recuerdo que el uruguayo gustaba de conversar mucho, haciendo relaciones amistosas. Conmigo habló también preguntándome qué hacía tan lejos de mi casa, le expliqué las razones de mi presencia en Amancio, pues esa zona pasaría a formar parte del territorio oriental.
Un día me enteré de que Galeano había ido hasta el poblado marítimo de Guayabal, distante algunos kilómetros hacia el sur de Amancio. Fue muy dispuesto para conocer otra parte de la Isla. Dicen que el trayecto fue agradable…hasta un punto, pues esa noche y varios días tuvo que dormir en la posición ""boca abajo"" debido a las consecuencias dejadas en él por ese viaje de placer hasta Guayabal.
Y ustedes se preguntarán las razones para tomar esa decisión. Sucede que Galeano nunca había montado en un caballo por eso el viaje de ida y vuelta sobre el corcel lo obligó a permanecer en esa posición varios días hasta que sanaron las quemaduras que le provocaron el animal, la montura…y la inexperiencia.
Quizás Eduardo Galeano aprendió después a cabalgar. Ojalá así haya sido.
Luego de esa estancia, me enviaron hacia Amancio Rodríguez, municipio ubicado en el sur de Camaguey, territorio que en poco tiempo pasaría al Oriente de la Isla.
En Amancio, como se le denomina popularmente a ese municipio, trabajé junto a un brillante periodista: Rolando González, de CMKC Radio Revolución, excelente profesional, que tenía una exquisita manera de hacer reportajes y al que le debo lo poco que sé de ese género.
En ese municipio ya había una emisora llamada Radio Maboas. Allí
Me encontré con locutores manzanilleros como Luis Alarcón Santana, Marzo Enrique Rivero Bertot, también estaba allí Mario Crespo, un profesional de la voz con una calidad extraordinaria.
En ese período estaban en Amancio Armando Hart y Haydee Santamaría Cuadrado, por lo que algunos intelectuales extranjeros los visitaban.
Allí tuve el privilegio de conocer a uno de ellos. Nacido en Uruguay y con un nombre insoslayable a la hora de hacer la historia de esta área del planeta: Eduardo Galeano, el autor de un libro imprescindible: Las venas abiertas de América Latina.
Recuerdo que habitábamos una especie de hotelito en Amancio, tanto los compañeros de la radio que no éramos de ese municipio y el propio Galeano.
Recuerdo que el uruguayo gustaba de conversar mucho, haciendo relaciones amistosas. Conmigo habló también preguntándome qué hacía tan lejos de mi casa, le expliqué las razones de mi presencia en Amancio, pues esa zona pasaría a formar parte del territorio oriental.
Un día me enteré de que Galeano había ido hasta el poblado marítimo de Guayabal, distante algunos kilómetros hacia el sur de Amancio. Fue muy dispuesto para conocer otra parte de la Isla. Dicen que el trayecto fue agradable…hasta un punto, pues esa noche y varios días tuvo que dormir en la posición ""boca abajo"" debido a las consecuencias dejadas en él por ese viaje de placer hasta Guayabal.
Y ustedes se preguntarán las razones para tomar esa decisión. Sucede que Galeano nunca había montado en un caballo por eso el viaje de ida y vuelta sobre el corcel lo obligó a permanecer en esa posición varios días hasta que sanaron las quemaduras que le provocaron el animal, la montura…y la inexperiencia.
Quizás Eduardo Galeano aprendió después a cabalgar. Ojalá así haya sido.
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