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jueves, 13 de febrero de 2014

HOY ES EL DIA DE LOS ENAMORADOS




Hoy es el día de los enamorados.

 El Día de Amor y Amistad

La historia que sigue está basada en hechos reales, solo se han omitido los nombres de las personas involucradas por una cuestión eminentemente ética y de respeto a sus memorias.

Bayamo siempre ha tenido hermosas historias de amor. 

Quizás una de las más conocidas sea aquella que se protagonizo el 27 de marzo de 1851 cuando un enamorado unió a varios amigos para cantar una canción.

De esa manera surgió en Cuba la primera canción romántica, dedicada en este caso a Luz Vázquez y Moreno, una bellísima mujer que en ese instante tenía contradicciones con su novio. Nacía entonces La Bayamesa.

Esa historia es bien conocida en Bayamo y en toda Cuba, por lo que significo por la letra y por la melodía, constituyéndose en un paradigma de la canción de la Isla.

Si aquella historia no basto para confirmar lo enamorados que son los bayameses y las bayamesas, lo que a continuación exponemos también forma parte de esos sentimientos.

Ocurrió en los años 80 y 90 del pasado siglo y aunque ya en la Plaza de la Revolución de Bayamo los enamorados habían dejado la tradición de dar vueltas a lo que llamamos parque, si había vestigios de un amor eterno.

Esa relación debió durar mucho tiempo pues los protagonistas  ya en la curva final de sus días y  de los que no diremos sus nombres, tenían entre 75 u 80 años de edad.

Vivian en sitios diferentes de la Ciudad Monumento, pero era allí, en la Plaza de la Revolución, donde se veían de manera cotidiana, solo una fuerza mayor podía impedir el encuentro amoroso.

El llegaba, vestido elegantemente. Ella no se quedaba atrás, con su vestido de color entero y maquillada para el encuentro con el ser amado, quien se ponía de pie, le daba un beso y la acomodaba en el asiento.

Acto seguido juntaban sus manos y conversaban en susurros como para que ningún intruso interfiriera en sus diálogos, quizás hablando de sus vidas, de sus tropiezos o de ese amor que solo la muerte pudo detener.

Y así pasaban horas mirándose a los ojos que son la expresión del alma y más cuando el amor los rodeaba en medio de aquella plaza, cuyos arboles protegieron esa relación de tantos años.

La despedida era lo más triste. El, se ponía de pie y la ayudaba a ella a hacer lo mismo. Seguidamente se daban un beso corto, pero sincero y emprendían el regreso a casa, cada uno por su lado.

Eran pasos achacosos, lentos, como si no quisieran separarse el uno del otro, pero, pasos al fin, la distancia se hacía más evidente, pero una última mirada, sellaba una noche, otra noche de amor en la plaza bayamesa.


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