Desde
el mismo inicio del proceso de liberación nacional los cubanos recibimos en
aquellos tumultuosos momentos, la ayuda de ciudadanos de otras naciones de los
continente Americano, Europa y Asia.
Esos
hombres vinieron a luchar por la independencia cubana a sabiendas de que era
injusto el poder colonial español en la Isla y lo dejaron todo atrás para
incorporarse al Ejército Libertador.
Ejemplos
hay entre muchos, como los de Andrés Manuel Sánchez Pérez, de Colombia, Henry
Reeve, de Estados Unidos, Juan Ríus
Rivera, de Puerto Rico, y Carlos Rolof, de Polonia,
De
una cercana nación del Caribe, llegaron a Cuba otros hombres que al iniciarse
el movimiento emancipador no tardaron en unirse a los sublevados aportando su
experiencia militar.
República
Dominicana ese país tan ligado a Cuba por la historia y la cultura, aportó
valiosísimos combatientes, uno de los cuales, Máximo Gómez, alcanzó el más alto
grado del Ejército Libertador.
De
esa hornada también formaron parte tres hermanos, muy valientes todos: Luis Jerónimo Marcano Álvarez, Félix
Marcano Álvarez, y Francisco Marcano y Álvarez, los tres con el grado de
Generales mambises.
Esos
hermanos habían nacido en la provincia de Peravia en República Dominicana,
donde también vieron la luz el Generalísimo Máximo Gómez Báez y el General
Modesto Díaz.
La presencia
dominicana en las luchas cubanas por la independencia es un hito en las
relaciones entre dos países hermanos, con una permanente comunicación que ha
consolidado la amistad entre los dos pueblos.
De la
valentía de los hijos de la patria de Juan Pablo Duarte hay sólidas evidencias
que nos hacen sentir mucho orgullo por el desempeño de esos bravos hombres que
lo entregaron todo por la causa cubana.
Cuba jamás los ha olvidado, los mantiene en el pináculo de la gloria porque se ganaron un lugar en la historia y el corazón de los habitantes de la Isla y además porque siguen siendo paradigmas para las actuales generaciones.
Precisamente
uno de los hermanos Marcano, Francisco, fue hecho prisionero estando enfermo,
por las fuerzas españolas el 23 de enero de 1870 y trasladado a Santiago de Cuba.
Cuenta la
historia que fue fusilado en esa ciudad el 25 de enero, dejando para la
posteridad un extraordinario ejemplo de lealtad hacia el país que lo acogió
como a un hijo y como tal alcanzó la gloria.
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