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jueves, 16 de mayo de 2013


“Mientras sea trabajo honrado, el que sea”
Dilbert Reyes Rodríguez
Tan elocuente como sincero, Teobaldo de La Paz tiene para contar 36 años colgados del estribo de un camión recolector de desechos sólidos.
 foto: Armando Contreras TamayoTeobaldo de La Paz es líder y ejemplo en su oficio.
El diarismo de su rutina en las calles de Bayamo, capital de Granma, le enriqueció con el tiempo la locuacidad; pero a pesar de tener siempre a mano la palabra justa para cualquier tema, todavía le cuesta un poco usar las que describen el orgullo de 15 años como diputado al Parlamento, y ahora la imposición del título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Los kilómetros de asfalto urbano recorridos durante tanto tiempo de ningún modo lo asocian con la intrincada serranía natal, "allá en Loma Azul, casi en las faldas del Turquino", ni al cafetal plantado por sus padres y que él ayudó a cultivar hasta los 19 años. Precisamente de la humildad serrana y el calor familiar aprendió los valores fundamentales que forjaron al hombre cabal: trabajo, honradez, sentido de la justicia.
Pero de sus queridas lomas salió muy joven un día, arrastrado por esa fuerza inaudita que solo logra el amor.
"Llegué a Bayamo con la esposa y dos hijos y, apenas me instalé, salí a buscar el trabajo que necesita un jefe de familia. Además de labrar la tierra, me había atrevido a pelar, y gracias a esas mañas encontré un puesto en una barbería del centro de la ciudad.
"Lo triste fue cuando al cabo de poco tiempo me exigieron el certificado del noveno grado y yo, que crecí bajo el principio de no decir nunca mentira, aunque costara caro, no vacilé en negar que lo tenía, que había llegado hasta el séptimo.
"Lo otro que sabía era trabajar la tierra, y decidí volver a mis lomas; pero cuando ya iba de salida, encontré el amigo que me salvó.
"Al contarle me preguntó: ¿Si aparece otro trabajo, aunque no sea de barbero, lo tomarías?, y yo respondí que cualquier cosa. Mientras ganara dinero honradamente, no importaba el sacrificio.
"Cuando aquello, hombre de campo al fin, no sabía ni qué quería decir Servicios Comunales, y él dijo de colocarme como recogedor de basura, pero no se cansó de advertirme: "Fíjate, ese es un trabajo feo, discriminado, le gritan muchas cosas malas a uno y hay gente inculta que ofende por placer".
"Oiga, feo y malo es robar —-le respondí—. Venga el trabajo que sea".
Con el salario de entonces mantuvo a hijos y esposa, levantó una casa sólida y cimentó la honradez con que decidió vivir y educar a los suyos.
Sus días no variaban mucho, pasaban sin grandes sorpresas. "No las necesitaba para vivir feliz. Era suficiente con que trabajara", afirma.
Ni las miradas burlonas, ni las cosas que le gritaban los muchachos, ni las peligrosas condiciones a que siempre está expuesto un obrero como él ni los tiempos más difíciles en los que el bajo salario alentaba a la renuncia impidieron que la rutina diaria de recoger desechos enraizara el oficio en Teobaldo como una identidad, que aprendió a defender con verdadera pasión.
Y tan bien lo hacía, tanto brillaba al hablar en nombre de sus compañeros, al discutir con vehemencia una decisión injusta, al convocar al trabajo, que a nadie más, menos a él, lo sorprendió la elección como diputado al Parlamento cubano.
"Oiga, fueron 15 años que me hicieron sentir muy orgulloso. Al inicio pensé que no era para tanto, que no lo merecía".
Sin embargo, le duró poco el ensimismamiento de su primera vez en una sesión de la Asamblea Nacional; hasta que un día pidió la palabra y habló con soltura en nombre de su gente, de la importancia de su oficio y de la necesidad de valorarlo mejor social y económicamente.
"De alguna manera sé que el planteamiento promovió un análisis sobre el salario de los trabajadores de Comunales, pero la decisión que vino muy poco después fue una medida colegiada, de gobierno, considerando las condiciones anormales de la labor, con apego al esfuerzo, al riesgo. No fue como mis compañeros creen, que por mí les subieron el salario, no".
La modestia es otra de sus virtudes, pero lo cierto es que los diputados lo aplaudían cada vez que tomaba la palabra, porque era sencillo pero elocuente. Se presentaba siempre como lo que era, un recogedor de desechos sólidos, y aunque de alguna manera era mostrado como símbolo de la democracia cubana, él se daba muy bien su lugar, pedía la palabra, proponía, discutía, votaba.
¿Se sintió alguna vez una apariencia política, que estaba allí por el símbolo de su oficio y no por la integralidad de la persona que es?
"‘Teobaldo, eres un símbolo de la democracia cubana’, me dicen con razón, por mi presencia en el Parlamento; sentí el respeto que mostraban y la atención con que me escuchaban. Tuve participación real, lo cual demostró que estaba allí por los méritos, la clara definición política, la moral y la firmeza ante cualquier tarea del trabajo y de la Revolución".
Tres mandatos estuvo Teobaldo en un estrado del Parlamento, y casi fue esa la única razón por la cual colgaba sus guantes de recolector y descendía temporalmente del estribo del camión.
"También estuve fuera cinco años, por un cargo del Sindicato que solo acepté si me conservaban la plaza, porque sabía que un día volvería. Así lo hice y hasta hoy sigo siendo recogedor de basura. Tuve muchas propuestas de otros trabajos menos duros, pero nunca acepté".
¿Cuáles son los trabajos buenos y los trabajos malos?
"No hay trabajos buenos ni malos. Quien hace que sean de una u otra forma es el hombre que los realiza. Quien se valore por el título o rango que tenga y se aproveche de esa condición hará malo su trabajo; pero si basa su desempeño en el respeto, en la consideración, en la humanidad, si lo hace con deseos y siempre honradamente, su trabajo será el mejor del mundo".
¿Cómo es posible sentir satisfacción en recoger basura?
"Se lo atribuyo especialmente a una cosa. Soy una persona alérgica a las traiciones, y si cuando yo andaba rodando, buscando trabajo para sostener una familia, fue este oficio el que me abrió las puertas, cambiarlo por uno más fácil y cómodo lo consideraría una traición.
"Siento un infinito afecto y un profundo respeto por toda la gente humilde de los Servicios Comunales, y este oficio lo llevo en la sangre como una identidad de la que tengo muchísimo orgullo".
La reciente medalla de Héroe del Trabajo de la República de Cuba llegó al pecho de Teobaldo cuando ya casi tramita su jubilación; pero él confiesa que la decisión solo será para bajarse del estribo del camión, no para arrellanarse en un sillón de la casa.
"No tengo sangre para eso, pero el hombre debe saber cuándo terminar. Así lo decidí, en favor de los jóvenes, cuando me nominaron para un cuarto mandato en el Parlamento. Pronto lo haré con el oficio de mi vida, lo cual no significa un divorcio del trabajo.
"Ya casi completo la gestión de una parcela, para ponerla a producir. A eso me dedicaré, porque de ahí vine una vez, porque me encanta, y en tanto me queden fuerzas, mi respuesta será la misma de aquel jovencito de 20 años: ‘Mientras sea un trabajo honrado, el que sea’"

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