Fue como el Toa desbordado en
Bayamo.
Con tal fuerza llegó se ritmo que las cañadas, palmas reales, el guano y el arroyo se sintieron dueños de la escena.
Tan cubano como el tocororo anoche
Bayamo sucumbió ante el encanto de una música que parecía salir de las entrañas
de la tierra para entregarse a oídos respetuosos y atentos.
Era el changüí que con sus toques de
marímbula, el tres, las maracas, el guayo y el bongó se entregó como haz de
buena música para alegrar los corazones.
Y es que Oriente puja por preservar
su idiosincrasia, la del habla, la del caminar y la de la música y en esa
porfía surge el changüí como vía para afianzar lo cubano desde Guantánamo.
Era de noche y ya había llovido
sobre la Ciudad Monumento
Nacional y el patio de los artistas y escritores de Granma abría su espacio
para tan sonado espectáculo, válido de la
A a la Z,
Parecía que allí, entre el mango y
la palma real estaba ese horcón del changüí que se llama Chito Latamblé, aunque
nos haya dejado físicamente hace algunos años.
El trepidante ritmo se esparció por
los alrededores, quizás algún vecino durmió mejor anoche escuchando desde el
lecho las voces de los cantantes que trajeron cubanía en sus interpretaciones.
Esos instrumentos, las voces y el
propósito de llevar a toda Cuba la autenticidad del changüí, es una manera
de acentuar lo que somos y hacia donde vamos.
Ese ritmo guantanamero, que lleva en
sus esencias la miel y la belleza, la fuerza y la dulzura de ese pueblo, se
proyecta como uno de los bastiones de la cultura cubana.
Afloró el baile con la música y
afloraron esos movimientos entre el hombre y la mujer como expresión de lo
criollo, de lo nuestro, de la picardía y de la autenticidad.
Entonces que Viva Guantánamo, que
Viva el Changüí, Bayamo anoche quedó prendado por el talento y la musicalidad
que nos llegó desde el Guaso en gira triunfal por toda Cuba.
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