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Hace
143 años, el 10 de octubre de 1868, Cuba vio nacer su primera gran
Revolución. A media mañana, y ante un puñado de hombres valientes
reunidos en La Demajagua, cerca del pueblo de Manzanillo, Carlos
Manuel de Céspedes legó a los revolucionarios cubanos el ineludible
compromiso de luchar por la independencia nacional y la justicia
social.
Allí se proclamó el decoro pleno y sin condiciones. Los esclavos,
negros y mestizos, se hicieron un brazo más en la manigua y quedó
como único camino el emblemático ideal de la libertad junto a la
dignidad y la igualdad humanas, la soberanía y el bienestar, la
independencia y la nacionalidad.
Como dijo Fidel en el Centenario de aquellos acontecimientos:
Nada nos enseñará mejor a comprender lo que es una revolución, nada
nos enseñará mejor a comprender el proceso que constituye una
revolución, nada nos enseñará mejor a entender qué quiere decir
revolución, que el análisis de la historia de nuestro país, que el
estudio de la historia de nuestro pueblo y de las raíces
revolucionarias de nuestro pueblo.
El único tributo para Céspedes y nuestros libertadores, el más
honesto, el más sincero, el más profundo, es que las nuevas
generaciones mantengan en alto esa bandera de Cuba Libre y nunca
jamás esclava.
Tomado del diario Granma
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