16 septiembre, 2011
Lázaro Fariñas
Siempre se ha dicho que el hombre es el
único animal que choca dos veces con la misma piedra. Si lo anterior lo
aplicamos a las declaraciones de los políticos norteamericanos en
relación con Cuba, se confirma la regla. Bill Richardson es el último
ejemplo. El hombre llegó a La Habana en una visita privada y todo hace
indicar que llegó con ínfulas de pro cónsul. Por lo menos por las
declaraciones que le hizo a la prensa en las terrazas del Hotel
Nacional, dio la impresión que se sentía con todo el poder del mundo
para chantajear al gobierno revolucionario. Richardson llegó a afirmar
que no se iba de Cuba hasta que no viera al señor Alan Gross, el
norteamericano que fue condenado por los tribunales cubanos por realizar
actos condenables por las leyes cubanas vigentes.
El ex gobernador no solo exigía que lo dejaran ver al recluso, sino que
al mismo lo denominaba como un “rehén” de las autoridades cubanas.
Bueno, pues se tuvo que ir de Cuba tal y como había llegado, más tranquilo que estate quieto.
Hace muy poco, también el presidente
Barack Obama y la Secretaria de Estado Hillary Clinton exigían al
gobierno cubano que pusiera en libertad al señor Gross. ¿Exigirle al
gobierno cubano? Sería comprensible que se le pidiera al gobierno que
preside Raúl Castro que, por motivos humanitarios, se deje en libertad a
Gross, de igual modo que se le ha pedido al presidente Obama que
también por motivos humanitarios deje en libertad a los cinco cubanos
que llevan trece años presos en las cárceles estadounidenses. Con
notables diferencias entre un caso y el otro, tanto los jóvenes cubanos
como el no tan joven Gross fueron hallados culpables por los tribunales
norteamericanos y cubanos, respectivamente.
En primer lugar, los cubanos fueron
condenados por espiar a las organizaciones terroristas anticubanas de
Miami con el propósito de evitar acciones por parte de las mismas con la
intención de crear el terror en Cuba para que de esa manera fuera
derrocado el gobierno de la isla. Gross fue hallado culpable por
distribuir teléfonos satelitales entre los individuos residentes en
Cuba que también buscan el derrocamiento del gobierno revolucionario.
Mirado de esa manera, los cubanos fueron
condenados por evitar actos terroristas en Cuba y el norteamericano fue
condenado por repartir instrumentos que bien podrían ser utilizados
para llevar a cabo esos tipos de actos en las calles cubanas. Ninguno
fue condenado por tratar de derrocar el gobierno de los Estados Unidos,
ni de intentar llevar a cabo actos en contra de la seguridad de este
país. La principal diferencia entre un caso y el otro está en las
condenas que recibieron. Los cubanos antiterroristas recibieron desde
15 años de prisión hasta dos cadenas perpetuas, ya llevan 13 presos,
mientras que el norteamericano solo fue sentenciado a 15 años, de los
cuales aun no ha llegado a cumplir dos. Observando ambos casos
objetivamente tenemos que decir que los tribunales cubanos fueron mil
veces más clementes y humanitarios que su contraparte norteamericana,
incluso, que a Gross lo han tratado mil veces más humanamente en prisión
que lo que han sido tratados los jóvenes cubanos. Esa es una verdad
innegable.
Como bien se sabe, los cubanos fueron
arrestados por haber tratado de buscar información antiterrorista entre
los terroristas de origen cubano y como bien quedó demostrado en el
juicio, en ningún momento trataron de hacerle daño a los Estados Unidos o
a su seguridad interna. Muchos que han sido arrestados en este país
por haber estado espiando para otros han sido condenados a penas mucho
más ligeras que estos jóvenes cubanos, con los cuales los tribunales
norteamericanos han sido despiadados.
Hace unos días, leí un artículo que
publicó el periódico USA Today del periodista DeWayne Wickham en el cual
mencionaba el caso de los 10 espías rusos que fueron arrestados el año
pasado por el FBI y que después de ser presentados en la corte federal
acusados de actuar como agentes de un país extranjero, en poco más de
una semana fueron canjeados por cuatro espías británicos y
norteamericanos que estaban presos en Moscú. El periodista se pregunta
el por qué no se ha hecho un canje entre los cinco cubanos por el
norteamericano. También yo me lo preguntaría.
Si el gobierno cubano quiere la
libertad de los cinco compatriotas y el gobierno norteamericano quiere
la libertad de Gross, no hay nada que impida que ambos gobiernos puedan
hacer lo que se hizo con los rusos y los norteamericanos e ingleses. Ya
que no se liberan por motivos humanitarios, pues que se liberen a través
de un canje de conveniencia. Estoy casi seguro que el gobierno cubano
lo aceptaría. ¿Qué razón puede existir para que el gobierno de los
Estados Unidos no lo haga? (Tomado de Martianos)
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