Por Manuel E. Yepe*
En un documento de 107 páginas, el 11 de julio en curso, la organización
Human Rights Watch (cuyo nombre en español sería “Observatorio de los
Derechos Humanos”) informa que ha obtenido contundente evidencia acerca
de las torturas de prisioneros y malos tratos a detenidos alrededor del
mundo por el gobierno de George W. Bush entre 1999 y 2008, y al respecto
exige una investigación penal al ex presidente y otros funcionarios de
su administración, como el vicepresidente Dick Cheney, el jefe del
Pentágono Donald Rumsfeld y el director de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) George Tenet.
El
cibermercenario cubano Ernesto Hernández Busto, evidentemente borracho
de orgullo por posar ante las cámaras junto a sus amos, la ex Secretaria
de Estado, Condoleezza Rice y el torturador de Texas, George W. Bush.
El informe de HRW refiere muchas verdades conocidas en el mundo pese a
no haber sido ampliamente difundidas por la prensa corporativa de
occidente (mainstream media) que, como regla, reserva sus grandes
acusaciones solo a países “inconvenientes” para Washington.
El informe de HRW señala que durante el gobierno de George W. Bush se
aplicó la técnica del submarino (método interrogatorio basado en la
asfixia por inmersión) y otras formas de tortura contra detenidos, así
como que se utilizaron prisiones secretas de la CIA en Rumania, Polonia,
Lituania, Tailandia, Afganistán y se trasladaron prisioneros a otros
países para ser torturados.
Se realizaban similares prácticas en Irak y en la base militar de
Guantánamo que ilegalmente opera Estados Unidos en territorio ocupado a
Cuba. En tales enclaves, los detenidos, eran torturados sistemáticamente
y luego, en vez de extraditarlos a sus países de origen, eran llevados a
naciones donde la tortura es de uso habitual para ser seguir
interrogándoles.
El informe particulariza acerca del grado de responsabilidad que
tuvieron altos funcionarios militares y políticos de Washington en casos
criminales puntuales de abusos que llegan hasta el asesinato de
prisioneros.
Una denuncia tan fuerte podría llevar a algunos a pensar que HRW actúa
así en virtud de la libertad que garantiza la democracia en Estados
Unidos. ¡Nada más lejos de la verdad!
HRW es parte de esa élite que forman los principales dirigentes de los
bancos, las finanzas y los negocios, fundaciones filantrópicas
patrocinadas por los dueños de las mayores fortunas, academias de la
élite y otras organizaciones no gubernamentales.
HRW no es una asociación de ciudadanos interesados en el respeto de los
derechos humanos como se proclama, aunque haya en su base, como también
ocurre con Amnesty International, honestos luchadores por el bienestar
humano.
Su Junta directiva la componen ex diplomáticos, funcionarios, expertos y
empleados del gobierno actual y del anterior. La mayoría son
funcionarios del Departamento de Estado y, el resto, personas vinculadas
a los más fuertes lobbies congresionales de política exterior.
HRW surgió como una empresa conjunta del multibillonario George Soros y
el departamento de Estado. Su actual director, Kenneth Roth, se ha
mantenido en el cargo desde 1993.
La organización se identifica con algunas de las características
fundamentales de la cultura y el sistema de valores estadounidense que,
como la defensa de los derechos humanos y la teoría del destino
manifiesto, sirven para conformar una ideología que resulta
especialmente útil para justificar el lanzamiento de guerras.
HRW tiene una plantilla de 230 trabajadores y un presupuesto de más de
30 millones de dólares estadounidenses al año. De ellos, 20 millones
provienen de las donaciones de fundaciones que, a su vez, responden a
los grupos más importantes del gran capital que integran la élite que
rige por encima del gobierno en los Estados Unidos.
Esa élite es la que exige que el juego manipulador de la opinión se haga
con arreglo a ciertas reglas de cuidado de la credibilidad que, a su
vez conducen a presentar un supuesto balance en las informaciones que
luego se compensa a base de la masividad de los medios bajo control de
la élite.
La denuncia de HRW sobre la tortura en Estados Unidos, no obstante su
extrema gravedad, está siendo minimizada en la prensa corporativa o
“mainstream media” que incluye las principales emisoras de televisión y
radio, agencias de noticias, periódicos y revistas, y que actúa además
con fuerza en la web y deja a los medios alternativos con un casi
insignificante nivel de influencia en la conformación de la opinión
pública norteamericana.
HRW, como Amnesty International, son instrumentos de la política
exterior de Estados Unidos. Promueven el intervencionismo y los valores
que la superpotencia pretende imponer al mundo.
*Manuel E. Yepe, periodista cubano, especializado en temas de política internacional.
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