La música salía con la magia del talento. La batuta trazó el movimiento y de repente, todo quedó invadido por ese halo que solo el sentimiento, el amor y la dedicación pueden lograr en cualquier recinto donde las partituras cobran la vida que las hacen trascender.
Anoche Bayamo recibió una estocada de felicidad, al pasearse por los ámbitos del teatro las musas, convertidas en poesía musical de García Caturla, Bizet, Tchaikovsky, en una travesía a través de los mares de la sinfonía que hizo crecer la dicha de los asistentes.
Valió la pena cabalgar por los vericuetos que nos legaron Rimsky-Korzákov, Moncayo, Manuel de Falla y Joaquín Rodrigo, este, atrapado para siempre en la exquisita guitarra de Pelegrini, quien ofreció un Concierto de Aranjuez de leyenda apasionando a un público que de pie lo ovacionó.
Y la pasión siguió como el río cascabelea con las piedras en su camino, para desembocar, con toda la fuerza de sus aguas, en el océano de una música que desde siglos se convirtió en universal para bien de la cultura y la vida.
Rostros felices inundaron el teatro. Razones hubo para expresar ese sentimiento. Fue ese el premio a los músicos que dejando atrás sus comodidades, su entorno cotidiano, nos entregaron ese talento que los hace grandes, porque grande hicieron a los que aplaudimos sus interpretaciones.
Fue una fiesta celebrando la media centuria de la Orquesta Sinfónica Nacional, tan cubana como la palma real y con el sonido tan auténtico como el del tocororo que distingue a la floresta de esta Isla de la música, que ayer elevó su estatura con la presencia en Bayamo de tan notable agrupación.
El nuevo día hacía guiños, presto a ocupar el espacio que le correspondía. La noche se acercaba a su fin para parir una madrugada que nació con los ritmos de un danzón, ese ritmo que desde Matanzas Faílde nos regaló para fortalecer la cubanía y no dejarlo morir.
Las estrellas desde lo alto, acudieron también al concierto. No quisieron perderse la fiesta universal que la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba regaló a los bayameses en noche inolvidable, en la que la pasión nos envolvió con la buena música de todos los tiempos
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