Hay quien dice que las comparaciones son odiosas pero yo sigo creyendo que se trata herramientas útiles en el periodismo. Nos acerca a la realidad y nos brinda los parámetros imprescindibles para ubicar las noticias en contexto.
Acabo de llegar de El Salvador donde conversé con muchas personas, entre ellas con una joven doctora, trabajadora del Ministerio de Salud Pública, que vivió 11 años en Cuba, donde estudió su licenciatura y también la especialidad.
Me habla como si sólo yo la pudiera comprender. "A veces me desespero", me dice, "es muy difícil trabajar en estas condiciones cuando estas acostumbrada a los hospitales de Cuba, donde todo lo que necesitas lo tienes al alcance de la mano".
Me sorprende su opinión, sobre todo porque hoy hasta la prensa oficial critica a la Salud Pública. Me imagino que ella puede haber trabajado en alguna clínica especial, pero me aclara que sólo estuvo en hospitales provinciales.
No le entiendo y le planteo mis críticas. Acepta que son reales pero me dice que no se pueden comparar con El Salvador, "aquí faltan los equipos, los médicos y muchas veces tenemos que acostar dos pacientes en cada cama".
"Los gobiernos anteriores dejaron la Salud Pública en una situación tan desastrosa que ni siquiera tenemos equipos de diálisis, por lo que se espera que los enfermos lleguen a extremos para abrirlos e introducirles un catéter", me explica.
Se indigna mientras me cuenta que "las medicinas son mucho más caras que en EE.UU. y cuando intentamos comprar en Cuba o India, los laboratorios hacen campañas contra el gobierno y le dicen a la gente que los genéricos son baratos porque no hacen efecto".
Poco a poco se están abriendo centros de salud en zonas rurales donde antes no había nada pero estuve en comunidades en las que el médico llega sólo una vez al mes, así que deben calcular muy bien la fecha para enfermarse.
En ese caserío hablé con la maestra, una joven que atiende a 26 niños de primero a sexto grado. Camina desde su pueblo dos horas loma arriba en la madrugada y regresa por la tarde. El salario no le alcanza para viajar en bus todos los días.
Es muy alta la cifra de niños que no asisten a las aulas. El Ministerio de Educación comenzó a entregar desayunos en las escuelas y logró que creciera la matrícula. Ésta es una de esas raras ocasiones en las que el hambre resulta ser buena consejera.
Me preguntan sobre la educación en Cuba y trato de ser balanceado, hablando de los aspectos positivos y negativos pero parece que nadie oye estos últimos. Se limitan a asombrarse de que todos vayan a la escuela y de que la universidad sea gratuita.
Un grupo de campesinos quiso saber cómo vivían sus homólogos cubanos. Les expliqué que es uno de los sectores de mayores ingresos y que crece su número porque el Estado está repartiendo tierras en forma de usufructo gratuito.
Se miraron entre ellos y nadie dijo nada pero no hacía falta, no me creían ni una sola palabra. Después me cuentan que algunos alquilan la tierra cada año y pagan por adelantado, si sale bien la cosecha comerán si no "que Dios nos ayude".
Todos me recomiendan no salir solo, aunque repiten que "esta colonia es muy segura". No entiendo por qué entonces hay hombres armados con escopetas en cada cuadra y las casas tienen altos muros y alambre de púas electrificado.
Una mujer de clase media alta me confiesa que sueña con vivir en un país donde no sienta miedo cuando sus hijos salen a la calle y en el que sus nietos pueden jugar en un parque. Con las maras, el narcotráfico y la delincuencia, ni teniendo dinero se puede llevar una vida normal.
Recuerdo que hace unos meses un diplomático del viejo continente me preguntaba qué políticas podrían mover a Cuba hacia el cambio. Pensó que bromeaba cuando le recomendé que le ofrezcan el ingreso a la Unión Europea.
No era un chiste sino la misma alternativa que tuvieron los países socialistas de Europa. El problema para los cubanos es que su opción no es convertirse en Holanda o Luxemburgo sino en El Salvador o en República Dominicana.
Pero a muchos jóvenes de Cuba lo que ocurre en otros países no les sirve de consuelo. Algunos creen que ya se ha elogiado suficientemente los avances alcanzados por sus abuelos y que es necesario volver la vista hacia el futuro.
Al respecto, un amigo salvadoreño me decía que un sistema político debe validarse ante su pueblo por lo que hace cada día, "si necesita apelar a los logros que tuvo en el pasado es porque algo no está funcionando bien en el presente".
Se indigna mientras me cuenta que "las medicinas son mucho más caras que en EE.UU. y cuando intentamos comprar en Cuba o India, los laboratorios hacen campañas contra el gobierno y le dicen a la gente que los genéricos son baratos porque no hacen efecto".
Poco a poco se están abriendo centros de salud en zonas rurales donde antes no había nada pero estuve en comunidades en las que el médico llega sólo una vez al mes, así que deben calcular muy bien la fecha para enfermarse.
En ese caserío hablé con la maestra, una joven que atiende a 26 niños de primero a sexto grado. Camina desde su pueblo dos horas loma arriba en la madrugada y regresa por la tarde. El salario no le alcanza para viajar en bus todos los días.
Es muy alta la cifra de niños que no asisten a las aulas. El Ministerio de Educación comenzó a entregar desayunos en las escuelas y logró que creciera la matrícula. Ésta es una de esas raras ocasiones en las que el hambre resulta ser buena consejera.
Me preguntan sobre la educación en Cuba y trato de ser balanceado, hablando de los aspectos positivos y negativos pero parece que nadie oye estos últimos. Se limitan a asombrarse de que todos vayan a la escuela y de que la universidad sea gratuita.
Un grupo de campesinos quiso saber cómo vivían sus homólogos cubanos. Les expliqué que es uno de los sectores de mayores ingresos y que crece su número porque el Estado está repartiendo tierras en forma de usufructo gratuito.
Se miraron entre ellos y nadie dijo nada pero no hacía falta, no me creían ni una sola palabra. Después me cuentan que algunos alquilan la tierra cada año y pagan por adelantado, si sale bien la cosecha comerán si no "que Dios nos ayude".
Todos me recomiendan no salir solo, aunque repiten que "esta colonia es muy segura". No entiendo por qué entonces hay hombres armados con escopetas en cada cuadra y las casas tienen altos muros y alambre de púas electrificado.
Una mujer de clase media alta me confiesa que sueña con vivir en un país donde no sienta miedo cuando sus hijos salen a la calle y en el que sus nietos pueden jugar en un parque. Con las maras, el narcotráfico y la delincuencia, ni teniendo dinero se puede llevar una vida normal.
Recuerdo que hace unos meses un diplomático del viejo continente me preguntaba qué políticas podrían mover a Cuba hacia el cambio. Pensó que bromeaba cuando le recomendé que le ofrezcan el ingreso a la Unión Europea.
No era un chiste sino la misma alternativa que tuvieron los países socialistas de Europa. El problema para los cubanos es que su opción no es convertirse en Holanda o Luxemburgo sino en El Salvador o en República Dominicana.
Pero a muchos jóvenes de Cuba lo que ocurre en otros países no les sirve de consuelo. Algunos creen que ya se ha elogiado suficientemente los avances alcanzados por sus abuelos y que es necesario volver la vista hacia el futuro.
Al respecto, un amigo salvadoreño me decía que un sistema político debe validarse ante su pueblo por lo que hace cada día, "si necesita apelar a los logros que tuvo en el pasado es porque algo no está funcionando bien en el presente".
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