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jueves, 16 de diciembre de 2010

EL WASHINGTON POST DISTRAE CUANDO SE REFIERE AL CASO DE ALAN GROSS

El editorial del Washington Post distrajo de una discusión honesta sobre el arresto de Gross en Cuba. El editorial incluso omite el hecho importante de que los líderes de dos de las sinagogas de La Habana declararon que nunca fueron informados por el Sr. Gross de sus actividades y vínculos con el gobierno de Estados Unidos.
Gross no fue arrestado por ayudar a la comunidad judía o por ser judío, sino por cumplir un trabajo ilegal en Cuba para la USAID.
Los programas de la USAID en Cuba no son programas regulares de una agencia de desarrollo que es respetable en otros aspectos. Los programas fueron aprobados en virtud de la Sección 109 de la Ley Helms-Burton, con el declarado propósito de imponer un cambio de régimen en Cuba en cumplimiento de un dictado estadounidense.
Alan Gross, un experto en desarrollo internacional, fue contratado para formar parte de una política de cambio de régimen. Según dijo uno de los arquitectos de esta peligrosa amalgama de construir una sociedad civil y cambiar un régimen a semi-escondidas, el ex secretario de Asuntos Hemisféricos Roger Noriega, el propósito era crear el “caos” y la “inestabilidad” en Cuba. ¿Por qué no mencionó estos hechos el Washington Post?
Lo menos que necesita Alan Gross necesita es convertirse en otro rehén de los que promueven la política de EE.UU. que lo llevó a su cautiverio. Su liberación será acelerada no por más hostilidad, sino por negociaciones políticas y gestos humanitarios.
Los Estados Unidos deben sustituir a su política de cambio de régimen mediante la imposición con una de cambio a través de la distensión, para que la mayoría de los estadounidenses puedan viajar libremente a Cuba y llevar información al pueblo cubano por la puerta principal, no en una arriesgada misión semi-encubierta, financiada por el gobierno.
En vez de crear distracciones, el Washington Post debería escuchar la súplica de Judith Gross de que las relaciones bilaterales sean cambiadas. No debe convertir el caso de Alan en una excusa para seguir distanciándose sino en un ejemplo de una nueva era en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.› 

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