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martes, 27 de julio de 2010

¿Y AHORA DE QUÉ SE DISFRAZAN?

Por David Usborne y Julius Cavendish *

Desde Nueva York y Kabul

Mientras los gobiernos se esforzaban ayer por minimizar la importancia de la publicación en la red de más de 75.000 documentos clasificados sobre la guerra de la OTAN en Afganistán, el fundador del sitio web Wikileaks, Julian Assange, dijo que “sólo arañaban la superficie” y que faltaban revisar todavía más de 15.000. El mero hecho de una colección tan vasta de misivas, informes y memorandums secretos militares que se puedan ver por Internet provocó un escalofrío colectivo en las capitales occidentales. El sorprendente episodio evocó instantáneamente los Papeles del Pentágono, que se filtraron en 1971 y se convirtieron en un catalizador para la oposición pública al conflicto del sudeste asiático.

La Casa Blanca condenó la publicación del material diciendo que amenazaría las vidas de las tropas de Estados Unidos y otras tropas de la coalición. El Pentágono dijo que estaba estudiando los documentos afganos y que pasarían “días si no semanas” antes de que pudiera determinar la extensión del daño. En Londres, el Ministerio de Defensa afirmó que se estaba enfocando en informes de muertes civiles supuestamente involucrando a tropas británicas.

Las revelaciones de Wikileaks golpearon en un momento en que el apoyo público a la guerra está en un punto bajo a los dos lados del Atlántico. Especialmente problemáticos serán esos pasajes, indicando la posible complicidad entre los servicios de inteligencia de Pakistán y los combatientes talibán, y el texto que ofrece descripciones de matanzas colaterales de civiles que no habían sido informadas antes por las autoridades. Los documentos que se ven ahora abarcan el período entre enero de 2004 y diciembre de 2009.

Con respecto a las muertes de civiles, Assange sugirió que se pueden haber cometido crímenes de guerra. “Le toca a la Corte decidir si esto finalmente es un delito”, dijo en una conferencia de prensa en Londres. “Dicho esto, hay un caso prima facie, parece haber evidencia de crímenes de guerra en este material.”

Sin embargo, los asesores del presidente afgano Hamid Darzai sostuvieron que los documentos no tenían finalmente muchas sorpresas. “La reacción inicial del presidente fue: ‘Esto no es nada nuevo’” le dijo Waheed Omar, su vocero, a los reporteros en Kabul. “Por supuesto añadirá a la concientización en el mundo de estos dos temas (las muertes de civiles y el choque paquistaní). Pero no había nada sorprendente en esto.”

Como para enfatizar el punto sobre bajas civiles, la oficina de Karzai anunció que un ataque con cohetes el fin de semana había matado a 52 personas. De acuerdo con testigos, los insurgentes le dijeron a un número de habitantes en la provincia de Helmand que huyeran de sus hogares ante el inminente combate, sólo para que los helicópteros de ataque de la OTAN dispararan sobre ellos mientras trataban de ponerse a resguardo a varios kilómetros del camino. La OTAN djo que un equipo de investigación estaba en el lugar, pero que se hacía responsable por todos los disparos sin que nada sugiriera que hubiera habido civiles impactados.

Cuando se le preguntó sobre la posible complicidad entre la agencia de espías de Pakistán y los insurgentes afganos, Robert Gibbs, el vocero de la Casa Blanca, dijo que la administración de Estados Unidos siempre había sido cándida sobre los puntos débiles en el rol de Pakistán, pero agregó que se había progresado al persuadirlo a que eche a los talibán y a los combatientes de Al Qaida. Pero añadió: “Aunque progresen, creemos que el statu quo no es aceptable”.

Los documentos en Wikileaks incluyen un informe que el ISI, la agencia de inteligencia paquistaní, en 2007 proveyó a Jalaluddin Haqqani con mil motocicletas para llevar a cabo ataques suicidas en Afganistán. Los funcionarios paquistaníes reaccionaron con irritación a las filtraciones. El documento “no refleja las actuales realidades en el terreno”, insistió Husain Haqqani, el embajador paquistaní en Washington.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère

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