Artistas de la plástica nos han devuelto la figura de uno de los íconos de la música cubana. La paseó con dignidad y grandeza por los principales escenarios del mundo en los que sentó cátedra con el orgullo de ser cubano.
Su voz, a veces desgarradora, a veces sutil, a veces con la fuerza de la marea alta, llenó un período extraordinario de la música de nuestra Isla, cuyo pueblo no olvida a quien tanta felicidad le prodigó.
De estatura pequeña y un corazón que no le cabía en el pecho, impuso un estilo que hoy es referencia para aquellos que pretendan seguir sus pasos amando el piano tanto como él lo amó.
Recorrió nuestro país, y se presentó lo mismo en una gran ciudad que cerca de los cañaverales donde tanto sudor se ha derramado en el difícil empleo del corte de la caña.
Era tan cubano como la Palma Real y fue un artista fiel a su tierra, la que no abandonó jamás, cuando pudo estar en otras naciones donde su arte era requerido constantemente.
En Bayamo actuó más de una ocasión en la diminuta sala de la Biblioteca 1868. Su presencia allí fue siempre una preocupación dado el poder de convocatoria de este artista sembrado para siempre en la memoria popular.
Falleció en la Ciudad de México el 2 de octubre de 1971, en tránsito hacia Perú, tierra de la que también inmortalizó esa pieza fundamental de la cancionística latinoamericana La Piel de la Canela, un tema de Chabuca Granda.
Y volvió a Bayamo. Parece que estaba predestinado a permanecer entre nosotros.
La familia Barrios, artistas de la plástica del municipio de Guisa, ha colocado en el Museo de Cera de Bayamo su figura, para que la puedan apreciar las generaciones actuales y futuras de cubanos..
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