Cuando la música noblemente envuelve los buenos sentimientos, estamos en presencia de lo auténtico.
Cuando la música se convierte en bálsamo que alivia los dolores, estamos en presencia de lo valedero del arte para el ser humano.
Cuando la música provoca alegría, sosiego, estímulo, entonces ya hay que asumirla como lo que es: herramienta bienhechora para la ascensión de la espiritualidad, es decir, transformadora, para bien, de las personas que la disfrutan.
En su tiempo aquellos grandes como Chopin, Debusyy, Beethoven, Vivaldi, estremecieron las conciencias de sus seguidores por la belleza, la profundidad y el aporte que hicieron a la música conmoviendo al mundo, conmoción que para felicidad de todos sigue recorriendo los más distantes parajes.
De aquellos tiempos a estos ha llovido mucho y hoy son otros, músicos también, los que estremecen, los que nos hacen mejores personas, transitando por el pentagrama esgrimiendo cualquier género de esta manifestación del arte.
Si en Europa la música se abrió paso con los ahora considerados clásicos, América también aporta lo suyo y en esta área Cuba sienta sus reales y proyecta hacia el mundo sus disímiles manifestaciones.
Y si en Cuba tenemos ese semillero de buenos artistas de la música el Oriente de la Isla ha sido pródigo, generando personalidades que han hecho lo suyo, dejando la huella indeleble de su calidad por todos lados.
Es aquí donde tenemos la ocasión de contar con una agrupación musical que este diecinueve de octubre, está celebrando tres lustros de exitoso paso por el difícil mundo de la música, haciendo lo que le corresponde en estos momentos de definiciones desde el campo de la cultura, que en el caso nuestro, conlleva también definiciones políticas.
Cándido Fabré debe andar henchido de gozo, también sus músicos, pues han escrito una historia, quizás breve para algunos, pero intensa en éxitos y reconocimientos que sin duda será enriquecida por el talento que demuestran en sus presentaciones.
Enhorabuena para Cándido, enhorabuena para La Banda, enhorabuena para los cubanos, que tenemos en alta estima su labor, que sabemos además, que la estrella que lo guía es la misma estrella que él defiende, tanto en nuestra Patria como en el extranjero.
Por su cubanía, Fabré camina con los mismos sentimientos del más grande de todos los que en Cuba han dejado su amor en el pentagrama: Benny Moré.
Autor: David Rodríguez
Cuando la música se convierte en bálsamo que alivia los dolores, estamos en presencia de lo valedero del arte para el ser humano.
Cuando la música provoca alegría, sosiego, estímulo, entonces ya hay que asumirla como lo que es: herramienta bienhechora para la ascensión de la espiritualidad, es decir, transformadora, para bien, de las personas que la disfrutan.
En su tiempo aquellos grandes como Chopin, Debusyy, Beethoven, Vivaldi, estremecieron las conciencias de sus seguidores por la belleza, la profundidad y el aporte que hicieron a la música conmoviendo al mundo, conmoción que para felicidad de todos sigue recorriendo los más distantes parajes.
De aquellos tiempos a estos ha llovido mucho y hoy son otros, músicos también, los que estremecen, los que nos hacen mejores personas, transitando por el pentagrama esgrimiendo cualquier género de esta manifestación del arte.
Si en Europa la música se abrió paso con los ahora considerados clásicos, América también aporta lo suyo y en esta área Cuba sienta sus reales y proyecta hacia el mundo sus disímiles manifestaciones.
Y si en Cuba tenemos ese semillero de buenos artistas de la música el Oriente de la Isla ha sido pródigo, generando personalidades que han hecho lo suyo, dejando la huella indeleble de su calidad por todos lados.
Es aquí donde tenemos la ocasión de contar con una agrupación musical que este diecinueve de octubre, está celebrando tres lustros de exitoso paso por el difícil mundo de la música, haciendo lo que le corresponde en estos momentos de definiciones desde el campo de la cultura, que en el caso nuestro, conlleva también definiciones políticas.
Cándido Fabré debe andar henchido de gozo, también sus músicos, pues han escrito una historia, quizás breve para algunos, pero intensa en éxitos y reconocimientos que sin duda será enriquecida por el talento que demuestran en sus presentaciones.
Enhorabuena para Cándido, enhorabuena para La Banda, enhorabuena para los cubanos, que tenemos en alta estima su labor, que sabemos además, que la estrella que lo guía es la misma estrella que él defiende, tanto en nuestra Patria como en el extranjero.
Por su cubanía, Fabré camina con los mismos sentimientos del más grande de todos los que en Cuba han dejado su amor en el pentagrama: Benny Moré.
Autor: David Rodríguez
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