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sábado, 5 de abril de 2008

ANDERSON

Noel, ese nombre convertido en fenómeno atmosférico, dio la posibilidad, en noviembre pasado, de mostrar, una vez más, el humanismo de nuestro sistema social, que tiene como precepto importante y hermoso, garantizar la vida de los seres humanos.

La tormenta descargaba su furia y en medio de la campiña serrana, un niño de solo cinco años, comenzó a sentirse mal con presencia de fiebre y dolores en el vientre.

La familia pensó que aquello era pasajero, pero el dolor y la fiebre se acentuaron, como también se acentuó la precipitación de las lluvias, que provocaron el desbordamiento de ríos y arroyos en las montañas.

Anderson es el nombre de ese niño serrano, que asustado, veía como lo atendían en la zona de Los Horneros, del municipio de Guisa, pero sus males no desaparecían, por el contrario, la familia comenzó a preocuparse seriamente.

Ya en aquel agreste sitio, no había más posibilidades de atención médica, se había hecho todo lo posible para devolverle la salud al pequeño.

Por suerte, Anderson es un niño cubano, que goza de todos los derechos en una sociedad, donde el ser humano es lo primero, y por ello la atención médica que necesitaba rebasaba los límites del lomerío donde nació y ha crecido.

No hubo que ver a un político de la zona para que hiciera la gestión de trasladarlo a un centro médico de mayores posibilidades, nadie, además, le pidió cédula alguna a la familia para asegurarle la vida al pequeño.

Bastó ser cubano y en medio de los aguaceros de Noel, rompiendo las cortinas de la lluvia, apareció, a, pocos metros de su casa, una nave aérea, con los colores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Del pájaro de hierro, bajaron médicos, enfermeros, medicinas y por encima de todo eso, descendió el amor que necesitaba el niño, que aún asustado, no entendía la razón para tanto ajetreo.

Y Anderson voló por los cielos, con el calor de sus padres, quienes agradecían el gesto, humano y revolucionario que tomó cuerpo ante la enfermedad del pequeño.

Esa es nuestra patria, en la que cualquier ciudadano, sea de la ciudad o del campo, tiene el derecho que se ejerció ante la situación de salud de Anderson.

Cuántos niños serranos habrán fallecido en esas montañas de la Sierra Maestra antes de mil 959, cuando los seres humanos en esta tierra hermosa, valían si tenían riquezas y grandes propiedades?

Anderson vive. Le tocó en suerte haber nacido bajo el sol cubano de la libertad. Le tocó en fin, vivir en la patria de Fidel.

Autor: David Rodríguez

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