Hay seres humanos que nacen para convertirse en paradigmas, en esa especie de estandartes tan necesarios para la humanidad a la que entregan todo su talento en cualquier campo del desarrollo.
¿Cuántos hombres y mujeres habrán partido de sus naciones de origen para darle la vuelta al mundo en aras de luchar contra la opresión de los poderosos contra los más débiles?
Ejemplos hay y muchos por suerte.
Eso hizo Simón Bolívar cargando contra las huestes del colonialismo español en las tierras de Nuestra América, batallando de manera incesante para dotar a esos pueblos de la ansiada libertad.
Siguió ese camino redentor Antonio José de Sucre, extraordinario militar que combatió en la Batalla de Pichincha y se destacó además en la capitulación de Junín, en los territorios de Ecuador y Perú.
Otro gran hombre, nacido en el Caribe desarrolló una exitosa participación en la lucha por la independencia de Cuba, llegando a ostentar la más alta graduación del ejército de los mambises.
Había nacido el 18 de noviembre de 1836 en la localidad de Baní, República Dominicana y antes de arribar a Cuba adquirió la experiencia militar, lo que le facilitó su incorporación al Ejército Libertador.
Se sumó a las fuerzas insurrectas luego que otro patriota, José Joaquín Palma le invitara para sumarse a los esfuerzos de Cuba por alcanzar la libertad y la independencia.
Los cubanos, agradecidos, jamás olvidaremos a esa nación que parió al hidalgo Máximo Gómez Báez, maestro de los mambises a quienes enseñó el arte de pelear usando el machete.
Cuando pensamos en la trayectoria del ilustre dominicano-cubano le estamos dando el valor de su participación, de su audacia, la valentía e inteligencia demostradas en el campo de batalla.
Peleaba dando el frente en cada combate por lo que sus hombres le admiraban y respetaban como el gran militar que derrochó valentía en la manigua cubana.
Máximo Gómez tiene el privilegio de tener dos patrias, la que le vio nacer hace 181 años y la cubana que lo acogió como el gran hijo que sin pensarlo dos veces tuvo la osadía de pelear por nuestra libertad.
El amor entre nuestros pueblos, el dominicano y el cubano, está cimentado por la proeza de ese gran hombre, al que veneramos y situamos en el sitio de honor de nuestra historia.
Mañana 18 de noviembre, cuando los bayameses escuchen el sonido de las campanas de nuestra catedral deben saber que doblan por ese arquetipo de revolucionario sin tacha, que es Máximo Gómez Báez.
Editado desde la ciudad de Bayamo, Cuba, por el periodista David Rodríguez Rodríguez.
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jueves, 16 de noviembre de 2017
jueves, 9 de noviembre de 2017
BAYAMO ES MUSICA
Bayamo es una ciudad musical desde tiempos inmemoriales.
Por sus calles, al paso de sus habitantes, gravita ese himno al amor que es La Bayamesa, regalo para las mujeres de este entorno que ya ha rebasado, por su belleza, las fronteras locales y nacionales.
Es cierto, Bayamo es una ciudad musical cuyos sonidos nacen también de ese paso de los caballos tirando de los coches sobre el asfalto, especialmente atractivo en horas de la madrugada.
La belleza de esta ciudad también reside en ese sonido a veces quedo, a veces trepidante de las aguas del rio que dulcemente envuelve a esta comunidad que tanto amamos y defendemos.
Y es que hay sonidos que distinguen sitios emblemáticos de la Cuna de la Nacionalidad Cubana como sucede en los amaneceres y atardeceres en la Plaza de la Revolución bayamesa.
En la aurora y el crepúsculo las aves canoras entonan un concierto afinado, hermoso, que hace mover las ramas de esos árboles que son como escudos que impiden el paso de supuestos depredadores.
Allí mismo en ese lugar donde veneramos al Padre de la Patria y al autor de nuestro Himno Nacional, también los oídos reciben ese sonido de los trabajadores de servicios comunales empeñados en la limpieza.
En la plaza donde se canto por vez primera el himno patrio, siguen volando aquellas notas, aquellas voces, que luego de tres días de apasionados combates, elevaron al cielo aquella letra eterna.
A ese instante se une la bendición de la bandera cespediana en el atrio de la que es hoy nuestra Catedral San Salvador de Bayamo-Manzanillo, en el que también hubo música no solo celestial.
También cada cuarto de hora, cada media hora, cada tres cuarto de hora y a la hora en punto, el sonido de aquellas campanas lanza al espacio el patriótico tañer que estremece el alma.
Hay mas en ese laberintico cauce que constituyen los sonidos en Bayamo, se unen a ese camino las maneras de hablar de los ciudadanos, música que dibuja palabras en el espacio.
¿Quién no se ha estremecido escuchando el sonido que emana de esos hombres y mujeres herederos de Manuel Muñoz Cedeño, artífice de la música local, patriota y estandarte imprescindible de nuestra historia?
¿Qué bayamés no ha encogido sus asombros escuchando a esa Banda de Música, orgullo sublime, extraordinario e insoslayable interpretando evocaciones locales y foráneas?
Es que Bayamo es música buena, noble, esperanzadora, salpicada por el talento de nuestros profesionales del pentagrama empeñados en diseminar la felicidad entre sus coterráneos.
Por sus calles, al paso de sus habitantes, gravita ese himno al amor que es La Bayamesa, regalo para las mujeres de este entorno que ya ha rebasado, por su belleza, las fronteras locales y nacionales.
Es cierto, Bayamo es una ciudad musical cuyos sonidos nacen también de ese paso de los caballos tirando de los coches sobre el asfalto, especialmente atractivo en horas de la madrugada.
La belleza de esta ciudad también reside en ese sonido a veces quedo, a veces trepidante de las aguas del rio que dulcemente envuelve a esta comunidad que tanto amamos y defendemos.
Y es que hay sonidos que distinguen sitios emblemáticos de la Cuna de la Nacionalidad Cubana como sucede en los amaneceres y atardeceres en la Plaza de la Revolución bayamesa.
En la aurora y el crepúsculo las aves canoras entonan un concierto afinado, hermoso, que hace mover las ramas de esos árboles que son como escudos que impiden el paso de supuestos depredadores.
Allí mismo en ese lugar donde veneramos al Padre de la Patria y al autor de nuestro Himno Nacional, también los oídos reciben ese sonido de los trabajadores de servicios comunales empeñados en la limpieza.
En la plaza donde se canto por vez primera el himno patrio, siguen volando aquellas notas, aquellas voces, que luego de tres días de apasionados combates, elevaron al cielo aquella letra eterna.
A ese instante se une la bendición de la bandera cespediana en el atrio de la que es hoy nuestra Catedral San Salvador de Bayamo-Manzanillo, en el que también hubo música no solo celestial.
También cada cuarto de hora, cada media hora, cada tres cuarto de hora y a la hora en punto, el sonido de aquellas campanas lanza al espacio el patriótico tañer que estremece el alma.
Hay mas en ese laberintico cauce que constituyen los sonidos en Bayamo, se unen a ese camino las maneras de hablar de los ciudadanos, música que dibuja palabras en el espacio.
¿Quién no se ha estremecido escuchando el sonido que emana de esos hombres y mujeres herederos de Manuel Muñoz Cedeño, artífice de la música local, patriota y estandarte imprescindible de nuestra historia?
¿Qué bayamés no ha encogido sus asombros escuchando a esa Banda de Música, orgullo sublime, extraordinario e insoslayable interpretando evocaciones locales y foráneas?
Es que Bayamo es música buena, noble, esperanzadora, salpicada por el talento de nuestros profesionales del pentagrama empeñados en diseminar la felicidad entre sus coterráneos.
BAYAMO ES MUSICA
Bayamo es una ciudad musical desde tiempos inmemoriales.
Por sus calles, al paso de sus habitantes, gravita ese himno al amor que es La Bayamesa, regalo para las mujeres de este entorno que ya ha rebasado, por su belleza, las fronteras locales y nacionales.
Es cierto, Bayamo es una ciudad musical cuyos sonidos nacen también de ese paso de los caballos tirando de los coches sobre el asfalto, especialmente atractivo en horas de la madrugada.
La belleza de esta ciudad también reside en ese sonido a veces quedo, a veces trepidante de las aguas del rio que dulcemente envuelve a esta comunidad que tanto amamos y defendemos.
Y es que hay sonidos que distinguen sitios emblemáticos de la Cuna de la Nacionalidad Cubana como sucede en los amaneceres y atardeceres en la Plaza de la Revolución bayamesa.
En la aurora y el crepúsculo las aves canoras entonan un concierto afinado, hermoso, que hace mover las ramas de esos árboles que son como escudos que impiden el paso de supuestos depredadores.
Allí mismo en ese lugar donde veneramos al Padre de la Patria y al autor de nuestro Himno Nacional, también los oídos reciben ese sonido de los trabajadores de servicios comunales empeñados en la limpieza.
En la plaza donde se canto por vez primera el himno patrio, siguen volando aquellas notas, aquellas voces, que luego de tres días de apasionados combates, elevaron al cielo aquella letra eterna.
A ese instante se une la bendición de la bandera cespediana en el atrio de la que es hoy nuestra Catedral San Salvador de Bayamo-Manzanillo, en el que también hubo música no solo celestial.
También cada cuarto de hora, cada media hora, cada tres cuarto de hora y a la hora en punto, el sonido de aquellas campanas lanza al espacio el patriótico tañer que estremece el alma.
Hay mas en ese laberintico cauce que constituyen los sonidos en Bayamo, se unen a ese camino las maneras de hablar de los ciudadanos, música que dibuja palabras en el espacio.
¿Quién no se ha estremecido escuchando el sonido que emana de esos hombres y mujeres herederos de Manuel Muñoz Cedeño, artífice de la música local, patriota y estandarte imprescindible de nuestra historia?
¿Qué bayamés no ha encogido sus asombros escuchando a esa Banda de Música, orgullo sublime, extraordinario e insoslayable interpretando evocaciones locales y foráneas?
Es que Bayamo es música buena, noble, esperanzadora, salpicada por el talento de nuestros profesionales del pentagrama empeñados en diseminar la felicidad entre sus coterráneos.
Por sus calles, al paso de sus habitantes, gravita ese himno al amor que es La Bayamesa, regalo para las mujeres de este entorno que ya ha rebasado, por su belleza, las fronteras locales y nacionales.
Es cierto, Bayamo es una ciudad musical cuyos sonidos nacen también de ese paso de los caballos tirando de los coches sobre el asfalto, especialmente atractivo en horas de la madrugada.
La belleza de esta ciudad también reside en ese sonido a veces quedo, a veces trepidante de las aguas del rio que dulcemente envuelve a esta comunidad que tanto amamos y defendemos.
Y es que hay sonidos que distinguen sitios emblemáticos de la Cuna de la Nacionalidad Cubana como sucede en los amaneceres y atardeceres en la Plaza de la Revolución bayamesa.
En la aurora y el crepúsculo las aves canoras entonan un concierto afinado, hermoso, que hace mover las ramas de esos árboles que son como escudos que impiden el paso de supuestos depredadores.
Allí mismo en ese lugar donde veneramos al Padre de la Patria y al autor de nuestro Himno Nacional, también los oídos reciben ese sonido de los trabajadores de servicios comunales empeñados en la limpieza.
En la plaza donde se canto por vez primera el himno patrio, siguen volando aquellas notas, aquellas voces, que luego de tres días de apasionados combates, elevaron al cielo aquella letra eterna.
A ese instante se une la bendición de la bandera cespediana en el atrio de la que es hoy nuestra Catedral San Salvador de Bayamo-Manzanillo, en el que también hubo música no solo celestial.
También cada cuarto de hora, cada media hora, cada tres cuarto de hora y a la hora en punto, el sonido de aquellas campanas lanza al espacio el patriótico tañer que estremece el alma.
Hay mas en ese laberintico cauce que constituyen los sonidos en Bayamo, se unen a ese camino las maneras de hablar de los ciudadanos, música que dibuja palabras en el espacio.
¿Quién no se ha estremecido escuchando el sonido que emana de esos hombres y mujeres herederos de Manuel Muñoz Cedeño, artífice de la música local, patriota y estandarte imprescindible de nuestra historia?
¿Qué bayamés no ha encogido sus asombros escuchando a esa Banda de Música, orgullo sublime, extraordinario e insoslayable interpretando evocaciones locales y foráneas?
Es que Bayamo es música buena, noble, esperanzadora, salpicada por el talento de nuestros profesionales del pentagrama empeñados en diseminar la felicidad entre sus coterráneos.
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