El 29 de mayo de 1870, una descarga de fusilería provoco el vuelo anticipado de los gorriones asentados en las inmediaciones de una instalación del colonialismo español en la ciudad de Camagüey.
Aquellas balas segaron la vida de un joven de 23 años cuyo único delito comprobado fue su disposición de pelear por la independencia de la patria, hollado su suelo por las botas de los soldados españoles.
El eco de los disparos tiene que haber llegado a los sentimientos de su padre, quien desde el 10 de octubre de 1868 se había convertido en el paladín de los anhelos patrios de libertad.
Aquel joven, ajusticiado en la flor de su juventud era Amado Oscar de Céspedes, hijo del Padre de la Patria, a quien quisieron sobornar conminándolo a escribir una carta a su padre para que depusiera las armas.
“Yo jamás traicionaré a mi Patria y mucho menos a mi padre”, esa viril posición, a la altura de la dignidad de los cubanos, resulto ser la sentencia de muerte para Amado Oscar de Céspedes.
No claudico ni siquiera ante la posibilidad de morir en manos de los enemigos colonialistas españoles, que utilizaron todos los medios posibles para quebrantar la moral del hijo de Carlos Manuel de Céspedes.
Amado Oscar había nacido en Bayamo el nueve de julio de 1847, poco tiempo después fue trasladado por la familia para Manzanillo donde curso los primeros estudios.
Quiso seguir los derroteros profesionales de su papa por lo que se traslado a La Habana donde culmino los estudios de segunda enseñanza matriculando luego en la carrera de derecho del alto centro académico.
Los acontecimientos del 10 de octubre de 1868 lo sorprendieron en la capital cubana y de ahí partió hacia Estados Unidos con el interés de enrolarse en alguna de las expediciones hacia la Isla e incorporarse a la lucha.
Luego de varios intentos infructuosos, pisa tierra cubana el 19 de enero de 1870, en un punto situado entre Manatí y Puerto Padre, no pudiendo casi disfrutar de ese momento de alegría pues comenzó la persecución española.
Esquivando esos y otros obstáculos, pudo al fin llegar al campamento de su padre en las cercanías de Guáimaro, satisfecho por poder estar en el frente de batalla por la eliminación de la presencia colonial ibérica.
El domingo 29 de mayo, se cumplen 145 años del atroz fusilamiento de Oscar Amado de Céspedes de quien su padre dijo: «Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las libertades patrias.»
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