La
ciudad se ha distinguido por la existencia de valiosas educadoras y educadores
que han influido de manera notable en la formación de sus alumnos a los que han
dotado de la facultad de enaltecer los valores.
Maestros
excelsos ha habido desde los tiempos de la colonia, los que influenciados por
las ideas de independencia, se sumaron a la lucha por la eliminación de la
presencia extranjera en nuestras tierras.
Más
cercano en el tiempo, tenemos a maestras que han dejado su huella en las
generaciones que atendieron como pedagogas y que hoy siguen siendo paradigmas
de ese sector tan venerado por el pueblo.
Maestras
que han desarrollado su trabajo en medio de grandes dificultades pero han
cumplido la hermosa tarea de enseñar, de educar a quienes tuvieron como
alumnos.
En
ese sentido la Ciudad Monumento Nacional tiene una larga lista de educadoras
que con el paso del tiempo se agigantan dada la inmensidad de la obra que han
realizado.
Cuánta
emoción experimentan al cruzarse con sus antiguos alumnos en cualquier parte de
Bayamo, recibiendo el cariño de sus educandos que no olvidan la influencia de
ellas en su formación?
Anitica
Medina e Ida Escalante, son dos de esas maestras que lo dieron todo en función
de enseñar debidamente a sus alumnos y que lograron impregnar en ellos no solo
el conocimiento sino el amor a la patria.
Por
supuesto que hay más de esas maestras inolvidables que llenaron un espacio
vital en la enseñanza primaria bayamesa, de cuyo ejemplo se nutren hoy las
jóvenes que se han sumado a tan bella profesión.
En
estos tiempos difíciles, en los que la educación enfrenta con valentía la
necesidad de mejorar en todos los sentidos, también se destaca la labor
realizada por una maestra insoslayable.
Ella
fue de aquellas que se fue a las montañas, antes de la campaña de
alfabetización, para preparar el camino de los que luego se incorporarían a esa
gesta para erradicar el analfabetismo en Cuba.
Anduvo
por esos lomeríos impulsada por la necesidad de ayudar a los campesinos para
que tuvieran más luces en sus ojos, para que pudieran leer y escribir sus
nombres y los de sus hijos y los de Martí y de Maceo.
Ella
no cejó en su empeño y en esos parajes sufrió un accidente que la marcaría para
toda la vida y del cual Fidel habló en una memorable sesión política.
Ahí
está su trayectoria, ese ejemplo que es como el legado que deja a las futuras
generaciones de hombres y mujeres que deseen transitar por la hermosa senda del
magisterio.
Ivelise
Gala Valiente, esa maestra humilde y ejemplar, sigue dando las coordenadas para
que la educación en Cuba siga siendo esa luz que irradia con ternura la frase
martiana:
¨¨Instruir
puede cualquiera. Educar solo quien sea un evangelio vivo¨¨.
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