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martes, 9 de diciembre de 2014

CRUZ MENDEZ: UNA BAYAMESA CON MANOS DE ORO





Ella es de las afortunadas que puede respirar a pleno pulmón el aire de la madrugada cuando sale de su hogar rumbo a su área de trabajo en la ciudad monumento nacional.

Antes da toques a su rostro, maquilla un poco sus mejillas, labios, se viste con el uniforme que identifica a su labor y sale a la calle con las ansias bien arriba, para cumplir con sus obligaciones laborales.

Ya son diez años dejando cada madrugada, cada tarde, su esfuerzo en la Plaza de la Revolución o en el Paseo General García haciendo su trabajo con la seguridad de hacerlo bien.

Día a día piensa en la manera más eficaz para lograr la máxima calidad en su labor y lo hace feliz, sabedora de que realiza bien lo que le corresponde como trabajadora de servicios comunales.

Es ahí donde brillan sus manos sosteniendo la escoba que libra de impurezas a la ciudad que tanto ama y a la que  dedica muchas horas en cada entrega en cualquiera de los dos turnos que asume.

Ella, Cruz Méndez, residente en el reparto Ojeda de Bayamo, tiene la facultad de servir a la ciudadanía, consciente de la importancia de la tarea cotidiana que efectúa con mucho ánimo, con disposición plena.

Comparte su tiempo libre con la nieta, cuya madre esta de misión en la República Bolivariana de Venezuela, con la misma entereza que ella blande su instrumento de trabajo.

Como Cruz hay muchas otras mujeres que defienden la limpieza de la ciudad con la vehemencia con que se destacan en sus hogares, haciendo más grata la vida de la familia.

A Cruz podemos verla en sus funciones de guardiana de la belleza, unas veces en el Paseo, otras en la Plaza de la Revolución, pero siempre dejando una huella agradable en ella misma y en la ciudadanía.

Ella es una de las mujeres que desde la altura del trabajo que efectúa, pone el alto el prestigio de las que como ella, cumplen ese rito hermoso de hacer lo que le corresponde con eficacia, con calidad.

Sin proponérselo, Cruz crece cada madrugada, escuchando ese concierto de las aves canoras que habitan en la Plaza de la Revolución bayamesa, al tiempo que va dejando bien limpia su área de trabajo.

Y en la tarde, cuando el crepúsculo comienza a apoderarse con sus sombras del entorno, Cruz regresa contenta a su hogar del reparto Ojeda, con la convicción de haber cumplido con su deber
 

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