Este 13 de septiembre se cumplieron cincuenta años del brutal ataque terrorista en el Caribe contra el buque español “Sierra Aránzazu”
Este 13 de septiembre se cumplieron cincuenta años del brutal ataque terrorista en el Caribe contra el buque español “Sierra Aránzazu”
cuando se dirigía a La Habana con una carga de alimentos, tejidos,
aperos de labranza, muñecas y otras mercancías inocuas. La autoría y
responsabilidad de este atentado, que costó la muerte a tres marinos
españoles, el capitán y dos oficiales y lesiones a otros seis
tripulantes y provocó una intensa reacción emocional en España y tuvo
importantes repercusiones mundiales, nunca ha sido aclarada del todo.
Cincuenta años después conocemos por recientes fuentes documentales
desclasificadas quiénes fueron los autores materiales y los responsables
últimos del atentado así como la torticera y ambigua actitud que el
Gobierno franquista mantuvo ante el mismo. De ahí que nos parece, como
hermanos del tercer oficial asesinado en el ataque, un acto de justicia
moral con aquellos marinos asesinados y masacrados recordarlos en este
aniversario y difundir su tragedia dando a conocer los hechos con las
respuestas e interrogantes que existen hoy sobre aquel acto de
terrorismo
Con la crisis de los misiles en octubre de 1962, los acuerdos entre Kennedy y Kruschev que incluían la promesa de aquél de no tratar de invadir Cuba, la política de los hermanos Kennedy hacia la revolución castrista dio un giro estratégico. Se suspendió la operación Mangosta y se puso en práctica la denominada política de vía múltiple que suponía la simultánea presión diplomática, económica y de operaciones encubiertas para asfixiar la revolución castrista. Entre las medida económicas estaba la de mantener el bloqueo comercial de la isla impidiendo la entrada de mercancías de cualquier naturaleza presionando a los demás países para que suspendieran toda clase de comercio con Cuba. Las operaciones encubiertas consistían en atacar y hacer sabotajes en la propia isla e impedir por la violencia la entrada o salida de los barcos cubanos y los de los países que comerciaban con Cuba. Se trataba con ello de crear el descontento entre la población cubana contra la Revolución que propiciase su reacción contra Castro. Para conseguir tales objetivos se crearon los denominados comandos autónomos con exiliados cubanos anticastristas que tenían sus bases fuera de territorio americano, en Centroamérica y el Caribe, y establecían sus propios objetivos, de tal manera que el Gobierno norteamericano pudiese practicar ante tales actos ilegales la política de la negación plausible. La CIA se encargó de su financiación, de su adiestramiento, de proporcionales barcos, aviones, armamento y aportarles la información necesaria para sus operaciones subversivas encubiertas.
El más importante de esos grupos autónomos era el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR) fundado por Manuel Artime Buesa, uno de los líderes políticos de la Brigada 2506, como se denominaban pomposamente los exiliados cubanos que habían sido derrotados en Bahía Cochinos. El MRR tenía desde 1963 bases de operaciones y entrenamiento instaladas en Nicaragua y Costa Rica y República Dominicana. Contaba con 380 hombres, una avioneta, un barco nodriza, el “Santa María” y transportaba dos lanchas, la Gitana y la Monty. Entre los más destacados miembros de la base fe Nicaragua estaban el coronel y miembro de la CIA Félix Rodrígue Mendigutia, que fue después el agente de la Agencia que intervino en la ejecución de Che Guevara en Bolivia; y Santiago Álvarez (hijoI, uno de los más activos activistas anticastristas hasta la actualidad. Todo ello era financiado por la CIA que entre junio 1963 y junio de 1964 había invertido en todos esos gastos materiales y de personal cinco millones de dólares, según consta en un reciente documento desclasificado de la Agencia.
España fue uno de los países que con el permiso expreso de Franco mantuvo el comercio con Cuba. De ese tráfico se encargó la compañía Naviera Marítima del Norte. El “Sierra Aránzazu” navegaba por el Canal de Las Bahamas hacia el puerto de La Habana, cuando el domingo, día 13 de septiembre, sobre la una y media un avión de reconocimiento sobrevoló el barco y a las ocho menos diez una lancha se aproximó por la popa iluminando con sus reflectores el nombre y la matrícula del barco. Diez minutos después dos lanchas, una por babor y otra por estribor sin previo aviso comenzaron a lanzar ráfagas de ametralladora y algún disparo de cañón sobre el puente de mando, los alojamientos de la tripulación con un evidente ánimo de cortar las comunicaciones y masacrar a los tripulantes. El barco se incendió y el capitán, herido gravemente, como el segundo oficial, dio orden de abandonarlo. Al tratar de arriar el bote salvavidas nuevas ráfagas de ametralladora alcanzaron a varios tripulantes e hirieron gravemente al tercer maquinista.
Agolpados los 20 hombres en un solo bote salvavidas (el otros había sido inutilizado por los impactos de balas), los náufragos pasaron doce horas angustiosas hasta que fueron rescatados por el carguero holandés “P. G. Thulin”. Durante la travesía en el bote habían fallecido el capitán Pedro Ibargurengoitia (42 años, de Algorta, Vizcaya ) y el tercer maquinista José Vaquero Iglesias (23 años, de´ Villablino, León), el segundo oficial, Francisco Javier Cabello (30 años, de Vigo, Pontevedra) expiró en el barco holandés. Los supervivientes y los cadáveres fueron conducidos a Matthew Town en Gran Inagua y desde allí a San Juan de Puerto Rico, desde donde fueron repatriados en dos expediciones y recibidos en Barajas por las autoridades, familiares y amigos
La noticia del ataque fue recogida en las primeras páginas de toda la prensa mundial. En España, la conmoción fue enorme y todos los periódicos lo recogieron en sus portadas y siguieron todo lo elativo al atentado expresando su indignación. Se produjeron manifestaciones de protesta en varios puntos de España como las que se desarrollaron ante la Embajada norteamericana en Madrid y ante el Consulado norteamericano en Vigo.
El Gobierno español protestó ante el secretario de Estado Dean Rusk basándose en que el ataque se había en aguas controladas por las fuerzas navales norteamericanas y consiguió que éste prometiese que se investigaría el ataque y que los resultados se comunicarían al Gobierno español. Pero todo quedó en aguas de borrajas. El Gobierno franquista en cuanto pasó la tensión dejó de presionar y todo quedó cubierto por una interesada capa de silencio.
Los grupos anticastristas con el MRR a la cabeza difundieron que los autores habían sido los castristas. Pero cuando ese bulo resultó insostenible el MRR varió sus declaraciones reconociendo que habían sido ellos, por medio del buque nodriza Santa María y las lanchas Gitana y Monty, los autores del ataque, pero como consecuencia de una confusión del “Sierra Aránzazu” con el buque cubano “Sierra Maestra”. Esa es la hipótesis que siguen hoy manteniendo sus miembros y es la dominante en los libros que han tratado del tema.
Pero el análisis de las pruebas circunstanciales y los datos directos extraídos de la documentación desclasificada obligan a poner en duda esa teoría. Entre esas pruebas circunstanciales está el hecho de que es difícil aceptar que la lancha que identificó al buque iluminando su popa pudiera equivocarse con su nombre y matrícula y que cuando las dos lanchas atacantes se colocaron a unos 50/100 metros del Sierra Aránzazu no se hubieran percatado de su “error”. Además, ¿cómo es posible que quieran hacernos creer que con la información que contaban de la CIA pudieran confundir el barco español con el “Sierra Maestra”, cuando éste había cruzado el Canal de Panamá el miércoles anterior con dirección hacia China? ¿Cómo fue posible confundir ambos barcos que tenían una significativa diferencia de tonelaje? El “Sierra Maestra” era cinco veces mayor que el “Sierra Aránzazu”.
Dos fuentes directas hablan también de que el ataque fue planeado con premeditación y alevosía. Una procedente de los archivos desclasificados de la CIA es un cablegrama enviado a la Central por un agente donde informa que va a tener una reunión en París con un miembro del MRR que fue la “persona que “arregló” el ataque al “Sierra Aránzazu” mediante el pago al radio operador que envió la posición a las naves atacante, dijo que el radio operador había contado toda la historia a la policía española” (Fundación Mary Ferrell: documento desclasificado en 1998). De igual modo el carácter premeditado del ataque aparece en un despacho dirigido al Ministro de Asuntos Exteriores por el Embajador de España en Costa Rica en el que un espía enviado por éste a la base anticastrista de Nicaragua, además de describir con todo detalle el barco nodriza Santa María e identificar a sus jefes como miembros de la CIA, dice que “el ataque contra el “Sierra Aránzazu” fue premeditado, antes de la operación ya se hablaba de hundirlo”.
Son muchos interrogantes y datos para que podamos creernos la versión dominante. Pero aún y así no existe hoy ninguna duda de quiénes fueron los autores materiales y los responsables últimos de este criminal atentado así como la tortuosa e injusta actuación del Gobierno franquista en el mismo. Dejarlo claro en este cincuenta aniversario nos parece no sólo una obligación con la verdad histórica, sino, sobre todo, como hermanos de una de las víctimas, un deber moral hacia los tres marinos asesinados y el resto de la tripulación masacrada.