Creo que este texto que me envía mi nuevo amigo Jean Araud, no necesita explicaciones… sin embargo, me hace recordar cómo algunos oftalmólogos de Argentina gritaron airados por la Misión Milagro, que desde Cuba, ayudaba a aquellos que temían perder la visión a podre contemplar nuevos amaneceres… recuerdo los que de igual forma gritaban descolocados en otros países de América… y nos sentimos orgullosos de, quizá, no tener analgésicos o demorar en el turno de nuestro alergista… sabiendo que, en cambio, muchas vidas son salvadas por nuestros médicos en cualquier parte de este mundo, ancho y, para nosotros, nada ajeno:
¿Dónde están los médicos peligrosos?
Carola Chávez
Hace un año, mi papá agonizaba en una clínica privada. Había sido
diagnosticado, dos meses antes, con una enfermedad terminal y sin
derecho a pataleo. Todo pasaba muy rápido y yo, como no soy médico, no
podía sino dejarlo en manos de los doctores, no esperando que mi papá se
salvara sino pensando que ellos estarían velando por su derecho de
morir sin tanto sufrimiento y con mucha dignidad.
Pasa que la dignidad no te lleva de vacaciones a Europa… el sufrimiento ajeno sí.
Una semana antes de su muerte nos pidieron donantes de sangre
porque a mi papi se le destruían las plaquetas y podía sufrir una
hemorragia interna, y yo, casi huérfana, pedía angustiada donantes para
mi papá.
La sangre salvadora se perdía en un organismo que, los doctores
sabían, estaba dedicado a destruir plaquetas, fueran propias o
prestadas. Transfusiones inútiles para un papá brillante cansado de esta
nueva lentitud para pensar, de tantas agujas, de tanto no poder, para
un papá que no se iba a salvar porque estaba desahuciado.
La sangre es para salvar vidas, no para prolongar agonías. Eso lo sabía yo, no así los médicos que atendían a mi papá.
Vivió una semana más de lo que su cuerpo habría vivido. Una semana
de dolores intensos que ameritaban drogas mortíferas -¿Y qué?-. Y
aquella incoherencia, y aquel qué hago yo aquí y aquellos doctores
exprimiendo del seguro hasta el último centavo, ignorando al hombre, su
dignidad y el dolor quienes no podíamos ignorarlo…
Hace cuatro años corría yo a emergencias con mi bebé de cinco
meses: mi gordita no podía respirar. Para que la viera un médico tenía
yo que demostrar a la clínica, con una tarjeta de crédito que, aún si
seguro, yo podía pagar por el derecho a la vida de mi bebé. Si se moría
en mis brazos esperando de la luz verde bancaria sería solo culpa de
esta madre irresponsable capaz traer niños al mundo sin seguros de salud
para chupar.
Pero hay médicos con alma, y muchos -hay que ser justos-, como el
pediatra que se llevó a mi niña y la nebulizó, sin permiso y sin cobrar,
a riesgo de ser regañado y luego me dijo: “Llévala a la Clínica
Bolivariana que ahí va a estar muy bien”. Y eso hice.
Diez días de hospitalización, buenos cuidados y amor, sin que nos
costara un centavo, sin que nadie creyera que mi gordita, por pelabolas,
no merecía poder respirar.
Hoy pegan el grito en el cielo los mismo que callan -y otorgan- los
desmanes de las clínicas privadas. Un derroche de cinismo que alerta
que los médicos integrales comunitarios, según los expertos decentes y
pensantes de este país, son un peligro para la salud, cuando sabemos,
muchos en en carne propia, que nada es más peligroso para la salud que
el sistema de ¿salud? privado, donde si tienes plata te mantienen
enfermo hasta el último centavo, y si no tienes, simplemente, te dejan
morir.
http://carolachavez.wordpress.com/2011/11/10/%c2%bfdonde-estan-los- Tomado de La Polilla Cubana
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