Por Ernesto Pérez Castillo
El Nuevo Herald, el magnicidio y el placebo virtual.
Otra vez El Nuevo Herald ha metido las patas en el fango hasta las orejas. Y lo ha hecho con la complicidad y las ganas irrealizadas de gatillo alegre que profesa Vicente Echerri.
Pues sí, el órgano oficioso y oficial de la mafia de Miami, acoge ahora en sus páginas, por no sé cuánta ocasión, el llamado a asesinar a Fidel Castro, “sobre todo si ocurre públicamente y de forma espectacular”, como solución a la resistencia cubana frente al imperio.
El valiente Echerri, que engorda sentadito frente a su computador, asegura: “Matar a ese sujeto constituye un acto de exorcismo colectivo y una obligación moral. Quien lo lleve a cabo, no importa la manera alevosa en que lo haga, merece vivir para siempre en la memoria de su pueblo y disfrutar del culto de los héroes”.
Todo ello se anuncia a grandes titulares, se imprime y se lanza a la triple w, y no pasa nada. No aparece un team SWAT en la redacción del periódico ni en la casa del redactor, como sí le sucedió a Steven Joseph Christopher en 2009, cuando se le ocurrió publicar en www.alien-earth.org –una web sobre OVNIS y alliens– tres post en los que decía querer eliminar a Obama.
Otro tanto le pasó al bogotano Nicolás Castro que en el propio 2009 creó un grupo en Facebook llamado: “Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe, hijo de Alvaro Uribe”. De inmediato el mismísimo FBI –que no la inteligencia colombiana– rastreó la dirección IP del computador desde donde accedió a la red social y, apresado a toda velocidad, fue entregado a la justicia bajo cargos de instigación para delinquir.
Pero contra el fascistón de Echerri y sus incitaciones al crimen violento no se mueve ni una mosca, y es que él está haciendo la tarea: él está sembrado allí para eso.
La pregunta que se impone es: ¿qué pasaría si a Echerri o a los mandamases de El Nuevo Herald se les atravesara en la cabeza publicar medio párrafo alentando a asesinar a Obama?
De ello pudiera contarnos Raymond Hunter Geisel, que en 2008 –cuando Obama era solo un candidato presidencial sin muchas posibilidades– dijo en la propia Miami: “Si ese negro resulta electo, yo me voy a encargar de matarlo”.
En menos de lo que canta un gallo ya tenía a los agentes del Servicio Secreto pateando las puertas de su casa –donde le ocuparon “cuchillos y machetes”– y quedó detenido sin derecho a fianza.
Lo peor es que en el mismo instante en que El Nuevo Herald, en blanco y negro, publica el llamado de Echerri a asesinar a Fidel, en Carolina del Sur Michael Stephen Bowden –bombero jubilado, ex policía y veterano de guerra– estaba siendo arrestado porque en una sala de hospital donde chequeaban su salud le dijo a la enfermera que deseaba matar a Obama.
Echerrí, además de fascista, se declara incrédulo al afirmar: “Que Estados Unidos se propusiera matar a Castro no una, ni dos ni tres veces, sino 600, sin ningún éxito, es verdaderamente una vergüenza. Yo realmente no lo creo, porque si el nivel de incompetencia del gobierno de este país fuera de 600 errores contra 0, hace mucho que no existiría.”
Pero Echerri deberá aceptar los hechos alguna vez, pues los errores y las incompetencias son muchos más que 600, y desbordan las fronteras cubanas. Hasta donde se sabe, el Servicio Secreto norteamericano falló en su principal misión cuando en Dallas le mataron al presidente Kennedy entre las manos, y falló otra vez cuando Reagan fue baleado en marzo de 1981 en Washington a la salida del Hotel Hilton.
Como fallaron todas sus agencias de inteligencia y seguridad que no pudieron evitar, en la mañana del 19 de abril de 1995, el atentado con un camión bomba contra un edificio federal en Oklahoma, que resultó prácticamente demolido, y donde murieron 168 personas, contándose 19 niños entre las víctimas.
Y tampoco pudieron detectar a los dos aviones que el 11 de septiembre de 2001 sobrevolaron fuera de toda ruta autorizada la ciudad de New York, y no lograron evitar que fueran estrellados contra las Torres Gemelas, o el enorme boquete que causó en el Pentágono la explosión adjudicada también a la caída de otro avión, suceso nunca aclarado del todo.
Que si de fallos y de incompetencias se trata, hay demasiada tela por donde cortar, en cualquier tiempo y lugar, que no por gusto las tropas norteamericanas nunca alcanzaron a tomar Berlín pese a que los nazis se lo suplicaban de rodillas y se les rendían en masa, y ni con eso pudieron impedir que el Mariscal Zhukov y el ejercito soviético pusieron la bandera roja sobre el Reichtag; y muy pocos años después los Boinas Verdes corrían despavoridos con el rabo entre las piernas y se colgaban de los helicópteros para huir ante el avance de los vietcongs sobre Saigón.
Y lo mismo ocurrió en Somalia en 1993, cuando en medio de la muy publicitada operación “Devolver la esperanza” –que involucró un contingente de 28 000 tropas sobre el terreno–, se les ocurrió capturar al general Mohamed Farrah Aidid, y en el intento murieron 18 soldados de la Fuerza Delta y Rangers, junto a otros 24 pakistaníes, y fueron abatidos tres helicópteros Black Hawk. Apenas una semana después el contingente yanqui se batía en retirada.
Y no seguiré la lista, que hasta a mí me aburre y a fin de cuentas Echerri no se la va a leer. Baste recordar, para terminar, que cuando en 1998 el gobierno cubano advirtió a Washington de los planes criminales que se fraguaban en La Florida –y que tenían en su punto de mira, entre otros objetivos civiles, líneas aéreas–, los oficiales federales se apresuraron a detener y enviar a juicio a los agentes que proveyeron la información, mientras todavía 12 años después los terroristas se pasean libremente por las calles de Miami y reciben homenajes que publicitan las emisoras del gobierno.
Y ahí sí que El Nuevo Herald no se equivocó, porque si en un descuido dio a conocer la carta de unos académicos que protestaban por aquel homenaje al terrorista, a las carreras la borró de sus archivos cuando recibió la llamada telefónica que nadie quiere que le hagan jamás.
Entonces ya se sabe: Echerri y El Nuevo Herald seguirán, in saecula saeculorum, alentando al asesinato sin que al parecer nunca de los jamases tamaña impunidad haga sonar las alarmas del FBI.
Lo demás es que una cosa es apretar valiente y corajudamente las teclas del computador para decir cualquier barbaridad, y otra no muy parecida es halar del gatillo y exponer el pellejo en el asunto.
Así es que, Echerri, tu tranquilo, que no te tiemble la mano ni te suba la presión, que ahí tienes a mano “Call of Duty: Black Ops”, que te asegura el placebo virtual de matar a Castro on line.
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