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lunes, 23 de noviembre de 2009

LA BIJIRITA VIENE DE MAINE

Azules, con una mancha negra en la garganta, como si llevaran corbata, esta especie de bijirita vive realmente en Maine, noreste de Estados Unidos, pero cada otoño vuela a Cuba. Viene de contrabando por un tercer país, usualmente las Bahamas, y pasa unas largas vacaciones aquí, hasta el comienzo de la primavera.

En cualquier libro de aves cubanas, usted puede enterarse de que estas criaturas no tienen familia en la Isla, pero sí excelentes amigos como el totí, el zunzuncito y el sijú platanero con quienes convive en alegre vecinería antes de establecer su nido. Ellas han convertido El Escambray en su reducto de invierno, sin darse por enteradas, evidentemente, de las medidas que impiden a nativos norteamericanos visitar la Isla.

Si se aplicara a las bijiritas lo que está establecido en la ley, ellas, además de violar las disposiciones de la Casa Blanca que impide los viajes a Cuba, contribuyen probablemente con miles de dólares al presupuesto nacional cubano, pues son una de las atracciones naturales que encuentra en Cuba el turismo ecológico. Es decir, tendrían un sitial privilegiado en la lista negra de la OFAC –Oficina de Control de Bienes y Finanzas-, del Departamento del Tesoro.

¿Aparecerá alguna regla en Estados Unidos que imponga multas o condenas de prisión a las bijiritas por violar descaradamente el bloqueo? Probablemente. Si la ley dice que los ciudadanos norteamericanos no pueden hacer ese recorrido, si se amenaza con sanciones por utilizar servicios comerciales en Internet que reporte dinero a Cuba, si quien se fume un tabaco cubano en cualquier parte del mundo será obligado a pagar una multa de 200 000 dólares, quién quita que a más tardar mañana mismo el Departamento del Tesoro habilite otra sección y emplee nuevos burócratas encargados de enjaular y desplumar a las bijiritas.

A la luz de la lógica yanqui, no es una locura. Es coherente con la obsesión de la administración norteamericana que, para asfixiar a la Isla, ha intentado sellar las fronteras de EE.UU. y mantener como rehenes en el país a sus propios residentes que, como ahora mismo hacen las bijiritas, no pueden volar a Cuba cada año para huir del castigador invierno. ¿Quién notaría el absurdo de imponer restricciones de vuelo a las aves migratorias, si no pueden viajar las personas?

Sin embargo, cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que tarde o temprano las leyes yanquis reflejarán la realidad, y el derecho de los norteamericanos de viajar a Cuba será respetado. Como prevén los analistas, va a ser imposible impedir que se desate un campo de batalla en los tribunales, cuando empiecen a aparecer las multas millonarias contra el ciudadano común que quiera darse un chapuzón en el Caribe, o visitar a un amigo, o participar en una vuelta ciclística, o asistir a una conferencia, o simplemente, mirar a sus bijiritas en el exótico campo cubano.

El flujo migratorio entre Cuba y Estados Unidos es natural, histórico e inevitable, tanto para los azules pajaritos de garganta negra, como para los ciudadanos norteamericanos. Cuando se intenta impedir el ejercicio de este derecho, no solo se violan normas constitucionales, sino el más elemental y llano sentido común. ¿No deberían ser los seres humanos más libres que los pájaros?

Autora: Rosa Miriam Elizalde

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