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lunes, 21 de septiembre de 2009

LA PALOMA PUDO MAS QUE EL HALCÓN

Una espléndida tarde abrió sus aires para que a través de estos llegaran los sentimientos de seres humanos amantes de la paz y del amor entre los pueblos.

Cuando las obras bellas se alzan contra todo lo obsoleto, no hay más resultado que la victoria frente a lo feo que algunas personas con el alma hecha trizas, quieren imponer.

Y es que las imposiciones, las amenazas, los actos bestiales, de esos cuchillos en la boca en señal de violencia, no pueden resistir la más mínima expresión de la bondad, reflejada en la poesía, en la música o en la danza.

Sucedió esta historia en un sitio con los emblemas cubanos más representativos. Allí estaba José Martí abrazado a la Bandera Cubana, en una imagen que debe llenar de orgullo a los que, estén donde estén, aman esta tierra, de hermosa historia, de tanta firmeza, cuyos habitantes solo deseamos que nos dejen en paz para tejer nuestros sus sueños.

Que estos no sean los sueños de algunos, no justifican esos hechos cargados de odio e impotencia que se han visto, protagonizados por aquellos enemigos del sol y del cariño, que pretenden eternizar la rivalidad y la desunión.

El halcón no pudo con la paloma que voló tan alto como el infinito espacio que nos circunda, aleteando alegremente al compás de una música que le pertenece en todos los ámbitos del planeta.

No pudieron impedir la avalancha, no pudieron derrotar esa idea porque precisamente, esos que se opusieron al hecho cultural de trascendencia mundial que vivimos ayer, no tienen ideas, sino ambiciones, y las ambiciones insanas como las de ellos, caen en sacos rotos para que se las lleve el viento.

Ya hay un antes y un después. Ya el concierto es historia. Ya el concierto aunque es historia, está pariendo otras con los mismos fines, con los mismos amores.

Este domingo se demostró en La Habana que el amor no puede ser derrotado ni con mandarrias, ni aplanadoras ni con discos rotos.

Este domingo se demostró en La Habana que lo único roto fue el odio, la amenaza, la infamia y la mentira.

Allí en esa inmensa Plaza, con ese inmenso pueblo reunido, hubo un canto supremo: el himno a la alegría, el himno de la paz y la concordia entre los pueblos.

José Martí, desde su estrado eterno, bendijo la celebración con una de sus máximas: “””La música es el alma de los pueblos””.

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