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sábado, 26 de febrero de 2011

27 DE FEBRERO DE 2011: ANIVERSARIO 137 DE LA CAÍDA EN COMBATE DE CARLOS MANUEL DE CESPEDES

La tranquilidad en aquel apartado pero hermoso sitio fue quebrantada por los disparos. El eco de los mismos viajó entre las montañas como un grito de dolor que conmovería a todos los cubanos.

Aquel fue un día que enlutó la campiña. La palma real perdió sus colores, el sinsonte, aterrado, olvidó su canto, las flores se despojaron de su fragancia y el arroyo cercano no quiso cantarle a las piedras que lo protegen en su andar.

Tal fue la magnitud del inesperado acontecimiento, que ni siquiera los hacedores de la muerte sabían a quien habían matado, pero la patria sí entendió de inmediato la sensible pérdida.

San Lorenzo es un punto lejano en la profundidad serrana, hasta allí la desunión y el egoísmo habían enviado a uno de los más preclaros cubanos, cuya gloria no se redujo en aquel momento, creció porque hombres como él no suelen morir sin defenderse de un ataque.

En ese sitio sagrado aquel abogado recordó el instante sublime protagonizado en La Demajagua, haciendo valer lo que dijo allí rodeado de negros, que ya no era esclavos, en medio de los cañaverales: Independencia o Muerte!!.

Pero la muerte no pudo cumplir su empeño, porque desde el lugar donde fue abatido, comenzó a resurgir la vida, y la palma real se pintó de verde, el sinsonte cantó su canto, las flores recuperaron su fragancia y el arroyo volvió a pasear alegre con sus piedras.

El Maestro lo había dicho: “”La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien con la obra de la vida””, por ello, no murió aquel nefasto día el redentor de esclavos, todo lo contrario, llegó a la gloria para no morirse jamás.

Si antes había dicho que Oscar no era su único hijo, hoy los cubanos reconocemos en Carlos Manuel de Céspedes, al padre que nos mostró el camino de la dignidad, no solo en aquel parto que rompió cadenas, también desde aquel sitio de la montaña, donde su luz se irradia como antorcha de libertad.

Autor: David Rodríguez

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