Malas noticias para quienes creen los cantos de sirena de la propaganda contra Cuba. Mientras desde España la agencia Europa Press informa que ninguno de los 750 cubanos acogidos en ese país –115 ex reclusos y sus familiares- tiene empleo y que viven de “apoyos” que al contribuyente ibérico le cuestan más de un millón de euros al mes; en Estados Unidos ha surgido “un problema inesperado para algunos de los médicos que tenían la esperanza de ser recibidos con los brazos abiertos bajo un programa aprobado por la administración Bush en el 2006”. La estrategia para impedir la asistencia médica que reciben de Cuba millones de personas pobres en todo el mundo ha chocado con la democracia made in USA.
La pureza ideológica exigida para ser ciudadano norteamericano es tal que el diario El Nuevo Herald cita el caso de un médico que fue rechazado “después de haber admitido en la petición que se había adherido a la UJC a los 14 años”. Y es que a los monstruos que concibieron el plan contra la mejoría de la salud humana en comunidades empobrecidas de todo el planeta, que es donde trabajaban estos médicos, la oreja peluda del macartismo les ha jugado una mala pasada. La razón para que a varios de los seguidores de Hipócrates que abandonaron a sus pacientes en el Tercer Mundo se les limite el acceso a la ciudadanía norteamericana -casi automático para los isleños que arriban a EE.UU. en virtud de la Ley de ajuste cubano- es que hayan militado, en las filas del Partido Comunista de Cuba o de su organización juvenil, algo que según se argumenta en el Herald se debe a que estas organizaciones “son enemigos de la democracia”.
Bonita lección de democracia -inspirada sin dudas en Torquemada-, para quienes sirven al imperio como mártires de bolsillo en la propaganda contra el país que los vio nacer. Ya se sabe cómo piensa Roma de los traidores que paga.
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