Por Alexis Guzmán Salé
Un tema frecuente en nuestros días es la llamada «guerra de cuarta generación», en la que el desarrollo tecnológico e informático, la globalización del mensaje y la multiplicación de las capacidades digitales para influir en la opinión pública mundial, se han convertido en armas estratégicas para las potencias mundiales, encabezadas por Estados Unidos.
Cuba, dentro de las limitaciones que le imponen los escasos recursos y las medidas aplicadas por los que controlan este mercado a nivel global, realiza numerosos esfuerzos para estar a tono con nuestro desarrollo tecnológico y llevar el acceso a Internet a su población.
Como siempre ha hecho Washington a lo largo de más de dos siglos de injerencia en los asuntos cubanos, trata de trazarnos la ruta aparentando «buenas intenciones». El pasado 8 de abril se publicó una conferencia de prensa ofrecida por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, donde presentó el Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos durante el año 2010, en el cual criticó a nuestro país y declaró: «En Cuba las políticas del Gobierno evitan el uso de Internet a los disidentes y lo hacen a través del bloqueo a su acceso a las personas que lo ejercen».
Resulta llamativo que quienes acusan a Cuba de limitar el acceso a Internet y a la información, «desconocen» el último informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones en el 2010, que ubicó a nuestro país en el cuarto lugar a nivel mundial en habilidades en el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Más de 600 Joven Club de Computación han graduado a alrededor de 2,5 millones de personas en cursos que tienen como objetivo proporcionar una cultura informática a la comunidad, con prioridad para los niños, adolescentes, jóvenes, personas con discapacidad y de la tercera edad.
Es de conocimiento público que nuestros estudiantes de todos los niveles de enseñanza acceden a información útil a través de computadoras instaladas en sus centros escolares y a la red de redes (Internet) en las universidades.
Ante la imposibilidad objetiva de un acceso masivo existen otras posibilidades como las que se ofrecen en hoteles, unidades de correos e instalaciones de organismos de la Administración Central del Estado y en sedes de organizaciones no gubernamentales.
Hoy existen más de 1,5 millones de usuarios de ese servicio y 2 500 sitios digitales, todo lo cual se multiplica en cientos de miles si se tiene en cuenta el carácter social de muchas de estas facilidades, que permite que un mismo punto de conexión sea utilizado por varias personas.
Nuestro país cuenta con un proyecto en marcha que permitirá expandir los servicios de Internet a la población, con el propósito de continuar ampliando el intercambio de conocimientos con el mundo, aportar y recibir ciencia, cultura, solidaridad, a la vez que seguir elevando la calidad de vida de los cubanos, el desarrollo socioeconómico y el fortalecimiento de su defensa.
En octubre de 2010, se activó el cibercomando de EE.UU., bajo el argumento de encontrarse ante una «creciente amenaza digital de actores extranjeros, grupos terroristas, criminales y hackers individuales», que dispone de siete millones de dispositivos informáticos en uso en diferentes países y 15 000 redes mantenidas por 90 000 trabajadores encargados de desarrollar las acciones militares y de espionaje. Como es obvio, el fenómeno WikiLeaks y los propósitos de desclasificar alrededor de 250 000 cables provenientes de las sedes diplomáticas norteamericanas, han llegado como anillo al dedo para potenciar y ratificar la ciberguerra como una prioridad en la gestión presidencial de Obama.
Es una verdad irrebatible. Estados Unidos tiene el dominio casi absoluto a nivel mundial de las patentes del sector de las TIC: el 93,5 por ciento en las redes de conmutación, el 92,3 por ciento en los ordenadores personales; además el 80,4 por ciento de los superordenadores utilizan chips fabricados por sus empresas, así como el 91,8 por ciento de los ordenadores personales y el 98 por ciento de la tecnología básica de los servidores utilizan sistemas operativos de Microsoft. Al controlar la infraestructura de la red de redes y los sistemas de hardware (equipamiento) y software (programas), el cibercomando norteamericano está en capacidad de abrir y cerrar partes de Internet a su libre albedrío.
Recientemente el sitio WikiLeaks divulgó un cable con evidencia de que Washington tiene identificados 300 objetivos estratégicos priorizados para su Seguridad Nacional en 60 países; de estos, en 25 naciones el propósito se concentra en los cables submarinos. Cualquiera se percataría del desenfrenado interés por monitorear las infraestructuras digitales en función de aplicar el «poder inteligente» y el ataque preventivo en el ciberespacio, ya que estas se han convertido en la plataforma y la Internet en el canal que lo hace posible.
A diferencia de administraciones anteriores, caracterizadas por un discurso y acción más agresivos contra Cuba, los actuales gobernantes de la Casa Blanca han apostado por una subversión más apegada a las tecnologías de la información y las comunicaciones, así como a la fabricación de una nueva contrarrevolución de ciberanexionistas al servicio del imperio, que emplea los últimos hallazgos de la ciencia para tergiversar la realidad cubana. La denuncia argumentada en el capítulo Ciberguerra, del serial Las razones de Cuba, evidencia el porqué los enemigos de la Revolución intentan introducir en el país, por diferentes vías y métodos, tecnologías para crear redes ilegales de acceso a Internet paralelas a las establecidas por el Estado cubano.
El 11 de enero de este año, el sitio digital Cuban Money Project publicó en un artículo que el Departamento de Estado planea gastar hasta 30 millones de dólares en proyectos dirigidos a la supuesta «libertad» de Internet para Cuba y otras naciones. Especificaron que los participantes fueran organizaciones de investigación sin fines de lucro y universidades con experiencia de trabajo en «entornos de Internet sumamente hostil», y los mejores proyectos obtendrían, como premios, becas por un monto de entre 500 000 y ocho millones de dólares, con financiamiento del presupuesto del año fiscal 2010.
La experiencia de lo sucedido en Egipto con Internet ayuda a explicar la estrategia de imponer al mundo su acceso como un «derecho humano inviolable». Facebook y su principal accionista, la CIA, Twitter y Google se unieron para poner en práctica recursos informáticos novedosos que mantuvieron conectados a la red de redes a los opositores del expresidente Hosni Mubarack, en medio del «apagón tecnológico» decretado en ese país.
Lo que no dice Washington en sus informes es que el bloqueo impuesto a la Isla acrecienta en un 30 por ciento los costos para adquirir equipos, aplicaciones informáticas y software de compañías norteamericanas que son las más importantes en esta actividad, y que adicionalmente ha obstaculizado durante muchos años la conexión de la Isla a los diversos cables submarinos de sus transnacionales de telecomunicaciones, lo que constituye uno de los factores del encarecimiento de nuestra conectividad a Internet y del pequeño ancho de banda de 393 megabit de entrada y 209 megabit de salida, por debajo de cualquier institución o empresa en los países desarrollados.
Entonces, digámoslo con claridad, la política oficial de Estados Unidos no esconde su propósito de proporcionar el acceso a las TIC e Internet en Cuba con fines subversivos.
Las nuevas generaciones de cubanos estamos conscientes de que la Internet es una trascendental autopista de conocimientos, información atractiva y de gran valor para la interpretación de las complejidades que se nos avecinan. Pero es además una vitrina global del planeta del mercado, donde se venden modelos políticos junto con la última moda, el auto del año o las drogas más recientes.
Nuestros adversarios, principalmente Estados Unidos, tratando de aparentar buenas intenciones articularán sus capacidades para subvertirnos e impedir el verdadero progreso nacional. A ello, deberemos responder con inteligencia y astucia, para defender una obra social que aunque imperfecta, tiene mucho que aportar a las nuevas generaciones en medio de un mundo plagado de inefectiva ejecución de los derechos humanos.
Tomado de Juventud Rebelde
Un tema frecuente en nuestros días es la llamada «guerra de cuarta generación», en la que el desarrollo tecnológico e informático, la globalización del mensaje y la multiplicación de las capacidades digitales para influir en la opinión pública mundial, se han convertido en armas estratégicas para las potencias mundiales, encabezadas por Estados Unidos.
Cuba, dentro de las limitaciones que le imponen los escasos recursos y las medidas aplicadas por los que controlan este mercado a nivel global, realiza numerosos esfuerzos para estar a tono con nuestro desarrollo tecnológico y llevar el acceso a Internet a su población.
Como siempre ha hecho Washington a lo largo de más de dos siglos de injerencia en los asuntos cubanos, trata de trazarnos la ruta aparentando «buenas intenciones». El pasado 8 de abril se publicó una conferencia de prensa ofrecida por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, donde presentó el Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos durante el año 2010, en el cual criticó a nuestro país y declaró: «En Cuba las políticas del Gobierno evitan el uso de Internet a los disidentes y lo hacen a través del bloqueo a su acceso a las personas que lo ejercen».
Resulta llamativo que quienes acusan a Cuba de limitar el acceso a Internet y a la información, «desconocen» el último informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones en el 2010, que ubicó a nuestro país en el cuarto lugar a nivel mundial en habilidades en el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Más de 600 Joven Club de Computación han graduado a alrededor de 2,5 millones de personas en cursos que tienen como objetivo proporcionar una cultura informática a la comunidad, con prioridad para los niños, adolescentes, jóvenes, personas con discapacidad y de la tercera edad.
Es de conocimiento público que nuestros estudiantes de todos los niveles de enseñanza acceden a información útil a través de computadoras instaladas en sus centros escolares y a la red de redes (Internet) en las universidades.
Ante la imposibilidad objetiva de un acceso masivo existen otras posibilidades como las que se ofrecen en hoteles, unidades de correos e instalaciones de organismos de la Administración Central del Estado y en sedes de organizaciones no gubernamentales.
Hoy existen más de 1,5 millones de usuarios de ese servicio y 2 500 sitios digitales, todo lo cual se multiplica en cientos de miles si se tiene en cuenta el carácter social de muchas de estas facilidades, que permite que un mismo punto de conexión sea utilizado por varias personas.
Nuestro país cuenta con un proyecto en marcha que permitirá expandir los servicios de Internet a la población, con el propósito de continuar ampliando el intercambio de conocimientos con el mundo, aportar y recibir ciencia, cultura, solidaridad, a la vez que seguir elevando la calidad de vida de los cubanos, el desarrollo socioeconómico y el fortalecimiento de su defensa.
Entre el macrocontrol digital y los polígonos de prueba
Barack Obama, el denominado «presidente de la Internet» por el amplio empleo que dio a las redes sociales en su campaña, durante un discurso pronunciado el 29 de abril de 2010, trasladó: «Nuestra ventaja tecnológica es clave para el dominio militar de EE.UU.»… «En 2008, varios miles de computadoras fueron infectadas por software malignos...» y «en ese año vimos el rostro de la guerra del futuro».En octubre de 2010, se activó el cibercomando de EE.UU., bajo el argumento de encontrarse ante una «creciente amenaza digital de actores extranjeros, grupos terroristas, criminales y hackers individuales», que dispone de siete millones de dispositivos informáticos en uso en diferentes países y 15 000 redes mantenidas por 90 000 trabajadores encargados de desarrollar las acciones militares y de espionaje. Como es obvio, el fenómeno WikiLeaks y los propósitos de desclasificar alrededor de 250 000 cables provenientes de las sedes diplomáticas norteamericanas, han llegado como anillo al dedo para potenciar y ratificar la ciberguerra como una prioridad en la gestión presidencial de Obama.
Es una verdad irrebatible. Estados Unidos tiene el dominio casi absoluto a nivel mundial de las patentes del sector de las TIC: el 93,5 por ciento en las redes de conmutación, el 92,3 por ciento en los ordenadores personales; además el 80,4 por ciento de los superordenadores utilizan chips fabricados por sus empresas, así como el 91,8 por ciento de los ordenadores personales y el 98 por ciento de la tecnología básica de los servidores utilizan sistemas operativos de Microsoft. Al controlar la infraestructura de la red de redes y los sistemas de hardware (equipamiento) y software (programas), el cibercomando norteamericano está en capacidad de abrir y cerrar partes de Internet a su libre albedrío.
Recientemente el sitio WikiLeaks divulgó un cable con evidencia de que Washington tiene identificados 300 objetivos estratégicos priorizados para su Seguridad Nacional en 60 países; de estos, en 25 naciones el propósito se concentra en los cables submarinos. Cualquiera se percataría del desenfrenado interés por monitorear las infraestructuras digitales en función de aplicar el «poder inteligente» y el ataque preventivo en el ciberespacio, ya que estas se han convertido en la plataforma y la Internet en el canal que lo hace posible.
A diferencia de administraciones anteriores, caracterizadas por un discurso y acción más agresivos contra Cuba, los actuales gobernantes de la Casa Blanca han apostado por una subversión más apegada a las tecnologías de la información y las comunicaciones, así como a la fabricación de una nueva contrarrevolución de ciberanexionistas al servicio del imperio, que emplea los últimos hallazgos de la ciencia para tergiversar la realidad cubana. La denuncia argumentada en el capítulo Ciberguerra, del serial Las razones de Cuba, evidencia el porqué los enemigos de la Revolución intentan introducir en el país, por diferentes vías y métodos, tecnologías para crear redes ilegales de acceso a Internet paralelas a las establecidas por el Estado cubano.
El 11 de enero de este año, el sitio digital Cuban Money Project publicó en un artículo que el Departamento de Estado planea gastar hasta 30 millones de dólares en proyectos dirigidos a la supuesta «libertad» de Internet para Cuba y otras naciones. Especificaron que los participantes fueran organizaciones de investigación sin fines de lucro y universidades con experiencia de trabajo en «entornos de Internet sumamente hostil», y los mejores proyectos obtendrían, como premios, becas por un monto de entre 500 000 y ocho millones de dólares, con financiamiento del presupuesto del año fiscal 2010.
La experiencia de lo sucedido en Egipto con Internet ayuda a explicar la estrategia de imponer al mundo su acceso como un «derecho humano inviolable». Facebook y su principal accionista, la CIA, Twitter y Google se unieron para poner en práctica recursos informáticos novedosos que mantuvieron conectados a la red de redes a los opositores del expresidente Hosni Mubarack, en medio del «apagón tecnológico» decretado en ese país.
Lo que no dice Washington en sus informes es que el bloqueo impuesto a la Isla acrecienta en un 30 por ciento los costos para adquirir equipos, aplicaciones informáticas y software de compañías norteamericanas que son las más importantes en esta actividad, y que adicionalmente ha obstaculizado durante muchos años la conexión de la Isla a los diversos cables submarinos de sus transnacionales de telecomunicaciones, lo que constituye uno de los factores del encarecimiento de nuestra conectividad a Internet y del pequeño ancho de banda de 393 megabit de entrada y 209 megabit de salida, por debajo de cualquier institución o empresa en los países desarrollados.
Entonces, digámoslo con claridad, la política oficial de Estados Unidos no esconde su propósito de proporcionar el acceso a las TIC e Internet en Cuba con fines subversivos.
Las nuevas generaciones de cubanos estamos conscientes de que la Internet es una trascendental autopista de conocimientos, información atractiva y de gran valor para la interpretación de las complejidades que se nos avecinan. Pero es además una vitrina global del planeta del mercado, donde se venden modelos políticos junto con la última moda, el auto del año o las drogas más recientes.
Nuestros adversarios, principalmente Estados Unidos, tratando de aparentar buenas intenciones articularán sus capacidades para subvertirnos e impedir el verdadero progreso nacional. A ello, deberemos responder con inteligencia y astucia, para defender una obra social que aunque imperfecta, tiene mucho que aportar a las nuevas generaciones en medio de un mundo plagado de inefectiva ejecución de los derechos humanos.
Tomado de Juventud Rebelde
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