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domingo, 6 de marzo de 2011

MIJAIL GORBACHOV: EL OCTOGENARIO CARTERO DEL IMPERIO

Miguel Gorbachov: El octogenario cartero del imperio



Miguel es un hombre de confianza comentó el general, con la seguridad que tienen los militares cuando están conscientes que han elegido al hombre preciso para realizar una misión importante.

Ante todo, apostilló el monarca es nuestro hombre. Miguel había causado buena impresión a su Majestad, quien sabía que su vida y la de su imperio, dependían de aquel hombre. Y así, con la ayuda de Dios, partió el correo del zar a cumplir su cometido, según narra Julio Verne en su famosa y brillante novela, Miguel Strogoff.

El trasfondo histórico de Miguel Gorbachov no es novela de ficción ni guión de película comercial. Lo cierto es, que Gorbachov asumió la dirección del partido comunista y la presidencia de la Unión Soviética en condiciones involutivas a nivel político-ideológico y económico de la revolución bolchevique; las que en mayor o menor medida, se hicieron evidentes en la época der Nikita Khruschev.

El carácter multicultural y plurinacional de la Federación Soviética, fue un problema que la dirección del partido no supo manejar adecuadamente, que se agravó durante el periodo estalinista de la revolución, cuyas manifestaciones fueron diversas, así como variadas fueron las medidas que se tomaron para acallarlas. Leónidas Breschnev, sucesor de Nikita, tampoco pudo contener la lucha ideológica al interior del partido ni reactivar la economía ni resolver el entuerto multinacional. Ni Andropov, quien asumió la dirección a raíz de la muerte de Breschnev en 1982, ni Tchernenko quien sucedió a Juri Andropov, fueron capaces de revertir el proceso involutivo de la Unión Soviética. En primer lugar, porque estuvieron muy poco tiempo a la cabeza del Estado y en segundo lugar, porque carecían de un plan estratégico revolucionario de reformas político-económicas y culturales. Pienso que la dirección del partido estaba consciente de las falencias y debilidades económicas, pero el anquilosamiento burocrático del aparato partidario se convirtió primero en un freno, luego en féretro.

A nivel económico, la Unión Soviética continuó impulsando un plan extremadamente centralizado, en el cual, el cumplimiento de las metas quinquenales era más importante que la productividad y eficiencia de los centros productivos. Una sociedad subvencionada, con las dimensiones de la Unión Soviética y con un presupuesto estatal en el que se dio prioridad a la carrera armamentista, el desarrollo de la investigación espacial y proyectos gigantescos agro-industriales de baja rentabilidad, fue debilitando paulatinamente la capacidad de responder adecuadamente ante las exigencias económicas cotidianas de la ciudadanía. La crisis de la Unión Soviética no era coyuntural, como muchos creían y confiaban que así fuera, sino más bien estructural. La economía del modelo soviético había hecho aguas.

En este escenario oscuro y difícil, aparece Miguel Gorbachov con su famosa Perestroika y Glasnost, términos rusos que podrían traducirse como reformas o reestructuración a nivel económico y transparencia o democratización en las estructuras partidarias y en la sociedad en general. En cierto sentido, se trató de un “revolución impulsada desde arriba”, fomentada por los sectores reformistas del partido. Según ellos, la modernización del sistema económico soviético, exigía la apertura a la economía de mercado y requería el financiamiento de las instituciones financieras (FMI, Banco Mundial, etc.) del gran capital.

El recetario de estas instituciones fue filtrando las estructuras del sistema económico soviético y el capitalismo fue corroyendo lentamente el ideario comunista. Los paladines políticos del gran capital, afiliados a la socialdemocracia y a la democracia-cristiana internacional, acudieron prestos a asesorar a los reformistas soviéticos. Seducido por los encantos de la parte más “humana” del capitalismo, Miguel Gorbachov asumió su papel de mensajero del imperio, llevando la buena nueva a diferentes países del mundo socialista. En su visita a la antigua República Democrática Alemana en octubre de 1989, Gorbachov se dirigió a Erich Honecker con estas palabras: “Quien llega tarde a la cita, la historia lo condenará”

Ese mismo año, Miguel también visitó la República Socialista de Cuba. Lo que en privado, ahí, en La Habana se habló y discutió, es un secreto de estado, pero analizando minuciosamente el discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en la Asamblea Nacional del Poder Popular, con motivo de la vista del mandatario soviético [1] , se puede deducir que los soviéticos llegaron a Cuba con un proyecto estratégico, contrario a los intereses de la revolución cubana. Fidel dijo ese día: ”…Es que los que se imaginan que tales desavenencias pudieran surgir, parten de conceptos absolutamente erróneos, de conceptos absolutamente equivocados; parten del análisis simplista de la forma en que en la Unión Soviética llevan a cabo su proceso de reestructuración y de la forma en que nosotros llevamos a cabo lo que hemos dado en llamar nuestro proceso de rectificación, y la esencia de la cuestión es que ambos países, ambos partidos, parten de los mismos principios: de los principios de la aplicación del marxismo-leninismo, a las condiciones concretas de cada país…”

“… ¿Y cómo se puede suponer que las medidas aplicables en la URSS sean exactamente las medidas aplicables en Cuba o viceversa? ¿Cómo se puede suponer que dos países que tienen una enorme diferencia en extensión, en población; dos países que tienen historias muy distintas, culturas distintas; dos países que han tenido problemas distintos, tengan que aplicar exactamente las mismas fórmulas para la solución de los problemas, para la solución de diferentes problemas?...”

“…Hay algo más, si un país socialista quiere construir el capitalismo tenemos que respetar su derecho a construir el capitalismo, no podemos interferirlo, del mismo modo que exigimos que nadie tiene derecho a interferir la decisión soberana de cualquier país capitalista o semicapitalista del mundo desarrollado o del mundo subdesarrollado de construir el socialismo. De manera que el principio de respeto irrestricto a la voluntad soberana de cada pueblo y de cada país es una regla de oro de los principios del marxismo-leninismo…”

El colofón de la historia de Mijaíl el mensajero, es de conocimiento público y no es necesario aquí redundar en detalles trillados. Es necesario sí, dejar sentado, que la Unión Soviética no sucumbió por obra y gracia exclusiva de Gorbachov. Según mi parecer, hubo otros, tales como Boris Yeltsin, el tristemente célebre dipsómano, que dispararon el tiro de gracia, prohibiendo el partido comunista y contribuyeron esencialmente con sus ansias de poder y de riqueza, a la desaparición de la revolución bolchevique. A Yeltsin, como a Judas, no lo quiere ni el mismo diablo.

Mijaíl Gorbachov, sin embargo, es admirado y respetado en los países capitalistas desarrollados, mientras que en su patria es considerado como un traidor. En el año 2000, Gorbachov intentó regresar a la palestra política rusa, presentándose como candidato para la presidencia. Entonces el pueblo ruso le pasó la cuenta: Mijaíl recibió menos del uno por ciento de los votos válidos. En Rusia, Gorbachov es considerado como un político oportunista que vendió la revolución soviética al mejor postor. Sus intentos de fundar un partido social-demócrata fracasaron rotundamente al no cumplir con los requisitos básicos: representación en la mitad de las regiones rusas y un mínimo de 50.000 firmas.

La filosofía gaucha es rica en sabios proverbios, y uno de ellos dice así: “…el gaucho le soba el lomo al caballo para montarlo…” Muchos son los políticos de izquierda (ex guerrilleros arrepentidos incluidos), hombres de letras o de ciencia que se han dejado adular por las circes del capitalismo. Algunos reciben títulos nobles, otros, condecoraciones como los premios de la paz, ciencia y literatura o más de un trabajito en alguna institución internacional como la OEA o la OIT, convirtiéndose así, en los alfiles, caballeros o peones del imperialismo. El miércoles 2 de marzo, Mijaíl Gorbachov, hijo de la revolución bolchevique, cumplió ochenta años, sesenta de los cuales vivió en la Rusia revolucionaria, y por tal motivo, la prensa élite del mundo occidental le dedicó loas y reconocimientos que recordaron sus grandes méritos, es decir, finiquitar la revolución que lo vio nacer y lo formó.

Michael Gorbachov, cartero del imperialismo, llegó a Cuba en abril de 1989 con su misiva reformista y aunque algunas veces sucede, que el envío no llega a CASA, por razones de negligencia u otros motivos del correo nacional de Cuba o bien el destinatario no se encuentra en la CASA. En el caso del último presidente de la Unión Soviética, la respuesta del Comandante en Jefe, Fidel Castro, fue contundente y escrita con tinta roja: DEVOLVER AL REMITENTE

Fuente: http://robiloh.blogspot.com/

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