Por M. H. Lagarde
A la bloguera a quien en solo dos años le han concedido más premios que a Gabriel García Márquez en toda su vida , le acaban de ofrecer un espacio en el diario español El País para que se defienda de la “lapidación” que contra ella se ha hecho en un programa recién transmitido por la televisión cubana donde se le muestra reunida, en varias ocasiones, con funcionarios de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y otras embajadas europeas.
Pero la bloguera, que suele quejarse de no tener “derecho a réplica” a pesar de contar con columnas que se publican esporádicamente en el diario más leído en lengua española, desaprovecha sin embargo la oportunidad que le ofrece la visibilidad de El País y, en vez explicar las razones de su estrecha relación con los funcionarios de la SINA en Cuba, se limita a afirmar que las “lapidaciones” sobre su persona forman parte de la “satanización” de Internet por parte de un gobierno que teme sucedan revueltas populares como las que recientemente han tenido lugar – Libia, por cierto, se le olvidó de pronto- en países como Egipto y Túnez.
Extraña satanización de Internet la que ejerce un país bloqueado que, en medio de una crítica coyuntura económica mundial, hace cuantiosos gastos en la instalación de un cable submarino procedente de Venezuela para, de algún modo, burlar el bloqueo que contra Cuba, desde hace décadas, mantiene el gobierno de Estados Unidos; entre otras razones, para hacer creíbles, en diarios como El País, los infundios que aseguran que el gobierno de la Isla le niega el acceso a Internet a sus ciudadanos.
Por otro lado, para nada le teme Cuba a las revueltas ocurridas en el Medio Oriente ni en ninguna otra parte. Lo que sí sin dudas le preocupa a la Isla, desde hace ya medio siglo, es la interminable escalada de agresiones de once administraciones norteamericanas encaminadas al único fin de destruir la Revolución.
Tras el fracaso de invasiones, guerras bacteriológicas, emisiones de radio y televisión y atentados terroristas, el gobierno de Estados Unidos parece haber apostado ahora por la ciberguerra. Entusiasmados por el éxito de las llamadas Revoluciones de Colores en algunos países exsocialistas, los burócratas de la CIA son incapaces de darse cuenta de que en el caso cubano es absolutamente imposible –la mejor prueba es la sentencia de Alan Gross- que el director del IRI llame al más insignificante de los funcionarios cubanos y le haga pedir disculpas por los apagones ocurridos en una imprenta de Freedom House, o sea, de la CIA.
Los mismos que crearon en nombre de la guerra contra el terrorismo en Estados Unidos el Acta Patriótica -el non plus ultra del Gran Hermano Mundial-, y los que mantienen en prisión al soldado Bradley Manning por usar Internet en contra de los intereses de Estados Unidos, son los que
en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana , y en otras sedes diplomáticas europeas en la Isla, le brindan servicio de Internet a los mercenarios, al estilo de la bloguera de marras, para que desde el propio territorio cubano orquesten campañas mediáticas que propicien -además de bloqueos y lacayas posiciones comunes-, el consenso en la opinión pública internacional para una intervención militar contra Cuba.
Yoani Sánchez debería aprovechar la desmesurada cobertura mediática con que cuenta y en espacios como el que le ofrece El País en vez de hablar de “carros viejos y lucecitas”, aclarar cuáles son las “demandas” que a ella como “ciudadana” le hacen "asociarse" con los diplomáticos de Estados Unidos en Cuba.
¿Se tratará solo de su incontenible deseo de tener PayPal?
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