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lunes, 15 de noviembre de 2010

EL TURNO DE BUSH

Por Ernesto Pérez Castillo

Pudiera ser que pudiera que lo más interesante de la presencia de Bush en la Feria Internacional del Libro de Miami haya sido su confesión ante el público asistente de que “una vez aprendió a beberse una jarra de cerveza sin usar las manos”.
Y ese parece ser su sino, visto que ha sido invitado a inaugurar la tal feria, sin ser escritor, e incluso dice haber escrito un libro, sin usar la cabeza… así que lo de la jarra de cerveza, para él, es cosa de niños.
No hay que olvidar que fue presidente de los Estados Unidos, por dos períodos, sin ganar nunca las elecciones y, por si fuera poco, llevó a las tropas norteamericanas a invadir Irak pretextando de unas armas nucleares que después en el terreno nunca nadie jamás encontró.
El libro en cuestión, Decision Points, es otra perla más dentro de ese arroz con pollo, sin pollo, en que se especializa Súper W, puesto dice él que allí habla sobre las fraudulentas elecciones del 2000 –que finalmente arrebató a los demócratas justo en el Estado de Florida, cuartel general de la mafia anticubana y donde su hermano era gobernador–, las supuestas armas de destrucción masiva de Sadan Husein, su orden de usar las torturas como método de interrogatorio y su respuesta al devastador huracán Katrina –del que no se ocupó sino hasta una semana después del desastre, pues en el momento del meteoro él estaba muy ocupado haciendo lo que siempre hacia, y esto es: estar de vacaciones.
La verdad es que si Bush hablara de todo eso, con apenas un poco de objetividad y franqueza, debería ir de cabeza a la cárcel… pero eso no pasará, como nada pasó cuando –durante su campaña electoral del 2000– un periodista le preguntó y deliberadamente negó que cierta vez fue detenido por conducir totalmente borracho.
En todo caso, parece que la cosa en la Feria no fue del todo feliz, pues pese a la presencia de sus aliados incondicionales, los congresistas Lincoln y Mario Diaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen –lo más furibundo de la irracionalidad contra Cuba desde el gobierno norteamericano–, los reportes sobre el suceso son contradictorios e ininteligibles, ya que hablan de que “la sala estaba repleta, aunque no rebosante”, lo cual no hay manera humana de entenderlo.
Encima, hasta donde se sabe, logró vender 220 000 ejemplares, cifra que aunque parece grande es apenas la mitad de lo que vendió My Life, las memorias Bill Clinton, que duplicaron esa cifra con 400 000 ejemplares facturados en su debut.
Sobre su orden de usar la tortura en los interrogatorios, y refiriéndose en especifico al “waterboarding”, Bush ha dicho que: “sin duda el procedimiento era duro, pero expertos médicos tranquilizaron a la CIA diciéndole que no causaba un daño duradero”.
¿En que consiste el waterboarding? Sencillo: Tumban al sospechoso en un tablón, boca arriba y con los pies más elevados que la cabeza, le colocan una capucha que cubra su rostro, y luego una toalla doblada a la altura de la nariz. Entonces se vierte agua sobre su cabeza para que la toalla se empape y se le pegue a la boca y la nariz, produciéndole una horrorosa asfixia. Pasados unos segundos, se hace una pausa, se le quita la toalla y le dejan respirar antes de reanudar la sesión.
Evidentemente, el uso del waterboarding no causa un “daño duradero”. De hecho, al parecer no causa daño alguno, pues lo cierto es que el principal verdugo, George W. Bush, quien implementó su uso por las tropas norteamericanas, no ha recibido ninguna represalia por ello, aun habiéndolo ordenado él personalmente, y confesándolo ahora por escrito, de su puño y letra. Lo más que le ha pasado es ese retraso de la Feria de Miami, en invitarlo, a donde, se quejó “han invitado a mi madre, mi mujer y mi hija”, en alusión a que por allí ha cruzado hasta el gato antes que él.
Y luego de eso, Bush sentenció: “Finalmente me tocó el turno”. Pues no, señor Bush, en eso, como en todo lo demás, usted se equivoca: si algo usted se merece, y aun no le ha llegado, es su turno.

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