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martes, 1 de abril de 2008

MACEO

Punta Brava fue el sitio para el holocausto, porque aquella imagen del Héroe descendiendo de su corcel en medio de la sabana, fue eso un holocausto,

Luego de recorrer más de dos mil kilómetros machete en mano, una bala o varias balas, volvieron a lacerar su enorme cuerpo, cuerpo de gigante, de fuertes manos y mas fuerte aún en las ideas que defendió.

La muerte en este caso hay que verla como una jugada del destino, pues él que sorteó tantos disparos, que derribó tantas trochas, que fue especialmente galante hasta en el combate, no temía a caer en cualquiera de los campos cubanos.

No se puede ver al héroe, como el hombre invulnerable, de carne y hueso estuvo hecho y en ese cuerpo exhibía decenas de cicatrices, que marcaron su vida de manera definitiva.

Maceo, el General de tantas estrellas en la frente, no las dejó caer ni en medio de aquel momento, cuando las fuerzas le faltaban para blandir el machete mambí con el que había destrozado más de una vez las estrategias de los colonialistas.

Maceo, el General, el héroe de Mangos de Baraguá y de Peralejo, el héroe de mil batallas caía en combate aquel siete de diciembre, y junto a él, a un joven capitán al que quería como a un hijo: Panchito Gómez Toro.

Aunque murió físicamente el hijo de Mariana, volvió a tomar cuerpo en aquellos hombres y mujeres que en la falsa república siguieron la ruta de su ejemplo hasta que en el horizonte brilló la montaña donde sus descendientes asumieron la custodia de sus estrellas y como él, las llevaron en la frente.

Pasó el tiempo y Maceo, aquel hijo pródigo de la Patria, acompañó a los internacionalistas cubanos en aquel regreso a las raíces, a los ancestros, para defender la vida y la esperanza de los africanos. Ahí estaba Maceo no ya sobre su caballo, sino en la cabina de un caza, en los mandos de un tanque, en la artillería y en la infantería.

Y en África aquellos jóvenes también defendieron las estrellas del héroe, las llevaron al combate y las depositaron en la frente de los caídos en las acciones que trajeron para ese continente una nueva luz, una aurora que al caer la tarde se convierte en manantiales de esperanza.

Maceo y Cuba dos nombres por los que vale la pena luchar y morir, aunque los héroes como el Titán de Bronce, se mantienen con la mano puesta en la empuñadura del machete, para hacerle pagar bien cara la osadía a los enemigos que intenten mancillar la tierra que nos vio nacer.
Autor: David Rodriguez

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